12-05-2022
Turismo, educación y empoderamiento femenino. El caso de las tejedoras de Chinchero, Cusco, Perú.
Dentro de la serie #AlbaSudDivulga, difundimos el contenido de un artículo de Cristian Terry, publicado en Atlántida. Revista Canaria de Ciencias Sociales, en el que se analizan los avances, pero también las limitaciones, de un proceso de empoderamiento de las mujeres tejedoras en los Andes cusqueños propiciado por su relación con el turismo.
Crédito Fotografía: Demostración del tejido. Imagen de David Schröter.
¿Qué relación existe entre turismo, educación y empoderamiento femenino? El caso de las tejedoras del pueblo de Chinchero, ubicado a unos 30 kilómetros de la ciudad de Cusco, Perú, nos permite responder a esta pregunta. Al observar su trabajo en los centros textiles, vemos cómo estas tejedoras otorgan una importancia capital al turismo como recurso económico y educativo, y la combinación de ambos recursos favorece el empoderamiento femenino en los Andes rurales. En primer lugar, veremos de qué manera el turismo, a través de la actividad textil, es un recurso económico; luego lo entenderemos también como un recurso educativo; y finalmente abordaremos el tema del empoderamiento de las mujeres en los Andes cusqueños.
Recurso económico
La actividad textil en los Andes se ha convertido en un recurso económico apreciado por muchas mujeres. La necesidad de vender “al menos algo” es un imperativo para obtener ingresos derivados del turismo, debido a la relación íntima que se ha establecido entre el mercado turístico y la actividad textil, al menos en la región de Cusco. El caso emblemático de los centros textiles del pueblo de Chinchero muestra esta estrecha relación, pues grupos de turistas llegan al pueblo para acudir a estos centros donde se les explica el proceso del trabajo textil, desde el trasquilado de la lana (oveja y alpaca) hasta el tejido. Cabe señalar que estas explicaciones —llamadas localmente “demostraciones textiles”— son totalmente gratuitas. Así, los ingresos se obtienen no de estas explicaciones, sino de las ventas que se efectúan posteriormente. Finalizada la demostración del proceso textil y las preguntas, se invita a pasar a los puestos de venta para comprar tejidos, algunos de ellos fabricados por las mismas tejedoras y otros comprados en diferentes lugares de Cusco con el fin de diversificar y ampliar la oferta disponible.
El creciente interés económico generado por la actividad textil en Chinchero ha incentivado la aparición progresiva de centros textiles desde los años 1990, y con ello la difusión del formato de demostraciones textiles en el pueblo (algo que se ha replicado igualmente en otras partes de Cusco). La rentabilidad económica de esta actividad —a pesar de las comisiones que se dan por traer clientes durante el guiado turístico (entre 10% a 30% de las ventas realizadas) — ha motivado a muchas chincherinas a trabajar en los centros textiles. Dicha rentabilidad es evidente en comparación con otras actividades como la agricultura, e incluso con otros negocios ligados igualmente al turismo, sin mencionar el carácter precario de otros trabajos. Además, algunos centros textiles pueden generar ingresos suplementarios por la venta de comida y bebida a las visitas.
Pueblo de Chinchero. Imagen de Cristian Terry
Si bien la importancia económica de la actividad textil es innegable, no hay que menospreciar las dinámicas de jerarquía y relaciones de poder que puede generar dicha actividad, no sólo entre hombres y mujeres, sino también, y sobre todo, entre ellas mismas. Algunas mujeres se vuelven “dueñas” o “patronas”, hablan en nombre de las tejedoras y tienden a monopolizar el negocio de ventas, generando condiciones desiguales entre ellas. Por ejemplo, algunas controlan la mitad de los puestos de ventas o a veces son las únicas que hablan inglés, por lo que controlan gran parte del comercio en el interior de los centros textiles. Además, algunas chincherinas denuncian ciertos maltratos por parte de las patronas. No obstante, deciden permanecer en el trabajo bajo estas condiciones con la aspiración de fundar en un futuro sus propios centros textiles y mejorar así sus ingresos.
Estas relaciones de poder no son exclusivas del caso chicherino, más bien son recurrentes en toda la región de Cusco. De hecho, este tipo de relaciones asimétricas caracterizan la actividad textil más globalmente, por ejemplo, entre guías y tejedoras o entre comerciantes y tejedoras. En casos puntuales, se reproducen relaciones asimétricas de género, en las que los hombres asumen la cabeza del negocio textil, como suele ocurrir en otras zonas de la región de Cusco, por ejemplo, Ocongate.
Así, a través de la actividad textil, el turismo se convierte a la vez en un recurso económico fuertemente preciado y en un “recurso estructurador”, término acuñado por Jordi Gascón y utilizado en el caso de Amantani (isla peruana del lago Titicaca). Este concepto describe justamente las relaciones de poder entre quien posee dicho recurso y quien no, lo que termina estructurando las jerarquías sociales entre la población local y genera diferencia social entre campesinado, aquí más específicamente entre las mujeres. Esto no desmerita la importancia económica de la actividad textil y su estrecha relación con el turismo. Así, la actividad turística genera ingresos para las mujeres, pero también en algunos casos puede generar sobrecarga laboral y poner en tela de juicio cualquier posibilidad de empoderamiento femenino.
Recurso educativo
Más allá de la importancia económica de la actividad textil en Chinchero, resulta aún más interesante cómo se convierte en recurso educativo. Existen dos formas en las que esto se manifiesta. En primer lugar, a través de la inversión de los ingresos generados por la actividad en la educación de los hijos e hijas (uniformes, materiales, etc.) o de las mismas tejedoras. De hecho, varias de ellas invierten en su propia educación, por ejemplo, al poder costear sus estudios universitarios y ser profesionales, o en institutos de idiomas con el fin de interactuar más fácilmente con la clientela de los centros textiles.
El hueso del turista que no quiso comprar. Imagen de Cristian Terry.
Este último punto nos lleva a la segunda forma que no depende de los ingresos generados: el desarrollo y la puesta en práctica constante de las competencias lingüísticas y de oratoria de las tejedoras. Los centros textiles se convierten así en centros educativos in situ donde la interacción con los turistas permite poner en práctica el dominio del idioma extranjero (en especial el inglés) y del español, cuando para la mayoría de ellas su lengua materna es el quechua. Puesto que Chinchero recibe un gran número de turistas al día, esto asegura una práctica frecuente de otros idiomas en los centros textiles, algo que no necesariamente se lleva a cabo en los institutos de idiomas. Algunas chincherinas afirman incluso que su progreso idiomático es notable comparándolo con otras personas de la ciudad con quien comparten aula. Igualmente, se aprecia el desarrollo de competencias de oratoria por la misma interacción constante con quienes las visitan. De hecho, las demonstraciones textiles favorecen el dominio de la oratoria en español e inglés, en algunos casos incluso en francés. Este domino es sorprendente, al punto que las tejedoras hacen bromas con el público con fines tanto pedagógicos como de empatía que favorecen las ventas posteriormente. Por ejemplo, bromean al mostrar el ruki —instrumento (hueso) utilizado en el tejido— aseverando que se trata del hueso de un turista que no quiso comprar nada. Igualmente afirman que la saktana —raíz empleada como jabón para lavar la lana de oveja o alpaca— es buena para evitar la caída de pelo, pero que en algunos casos “ya es muy tarde”, refiriéndose a turistas sin pelo.
Empoderamiento femenino
Como recurso económico y educativo estrechamente ligado al turismo, la actividad textil favorece al empoderamiento de las tejedoras de Chinchero, al menos hasta cierto grado. Desde una perspectiva comparativa, se observan cambios favorables en términos de ingresos y educación con respecto a mujeres de otras zonas rurales de Cusco. A pesar de las asimetrías y relaciones de poder que se generan en el interior de los centros textiles, ambos recursos son claves para aspirar a un empoderamiento femenino.
Es verdad que algunas mujeres se ven atrapadas en una situación de sobrecarga laboral. No sólo trabajan en los centros textiles, sino que también asumen las tareas domésticas y tienen bajo su entera responsabilidad el cuidado de los hijos e hijas. De este modo, alternan y acumulan tareas tanto en el interior como en el exterior de sus hogares.
Productos en venta. Imagen de Cristian Terry.
Por otro lado, también es cierto que gracias al trabajo en los centros textiles, otras chincherinas mejoran sus posibilidades de emancipación y hacer frente al machismo aún vigente. De hecho, los ingresos que generan gracias al turismo permiten negociar mejor su posición en los hogares, como afirman no sólo algunas de ellas, sino también otras personas que admiten un cierto cambio en las relaciones de género, en particular en las distribuciones de roles y tareas domésticas. Por otro lado, la educación que adquieren por sus propios medios, gracias a la actividad textil, les abre mayores perspectivas de trabajo a futuro. Es el caso de una chincherina que, gracias a sus estudios de turismo, pudo abrir su propia agencia de viajes. También es el caso de otras que van a institutos superiores o a la universidad con el fin de convertirse en profesionales. A esto se le suman ciertos cambios ideológicos en las nuevas generaciones sobre los roles en el hogar, por ejemplo el de enseñar a los hijos a hacerse cargo de tareas domésticas como cocinar.
Reflexiones finales
A pesar de estos avances en el caso específico de Chinchero, se debe tener cautela al momento de generalizar la situación. Por un lado, en Chinchero no se puede hablar de un empoderamiento generalizado, pues existen diferencias entre mujeres y algunas sufren incluso de abusos de otras. De hecho, se podría afirmar en ciertos casos que algunas chicherinas que han alcanzado públicamente un gran éxito y son ejemplos de empoderamiento femenino, lo han forjado a espalda de otras: el empoderamiento de unas puede significar el “desempodermiento” de otras. Es así que la problemática del empoderamiento femenino no se resume en relaciones de poder entre hombres y mujeres, sino también entre las mismas mujeres, por ejemplo en el interior de los centros textiles. Por otro lado, no se puede hablar tampoco de un empoderamiento generalizado si nos remitimos a lo que acontece más allá de los centros textiles y fuera de Chinchero, en la región de Cusco. Lo que sí se puede afirmar es que el turismo, a través de la actividad textil, contribuye de una u otra manera y hasta cierto grado al empoderamiento femenino.
Si bien el ejemplo de Chinchero brinda ciertas esperanzas en cuanto a las posibilidades de cambio en la región, quedan aún desafíos por sobrepasar y la actividad turística no puede propulsar por sí sola el empoderamiento femenino en los Andes. Existen aspectos políticos, por ejemplo, que son fundamentales, como la participación de mujeres en las asambleas comunales y que tengan voz y voto en las decisiones políticas que se toman en las zonas rurales. Dichas asambleas están constituidas únicamente por hombres y excluyen la participación de las mujeres. También se necesitan cambios ideológicos que cuestionen los roles de género. Por ello, vale recordar que el empoderamiento femenino debe ser visto como un proceso multidimensional y complejo que debe realizarse en diferentes áreas y abarcar aspectos tanto individuales como colectivos.
Al respecto, quedan aún algunas preguntas por responder en el futuro al mirar el caso de Chinchero: ¿de qué manera la educación superior de algunas mujeres podrá mejorar y difundir más el empoderamiento femenino? Sabiendo que algunas mujeres profesionales han dejado Chinchero, por ejemplo al crear una agencia de viajes en la ciudad de Cusco, ¿se seguirá asegurando un empoderamiento a través de la actividad textil de aquí unos años?
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