14-06-2022
Turismo Rural Comunitario, pluriactividad y agricultura campesina en los Andes (Isla de Amantaní, Lago Titicaca)
Jordi Gascón & Kevin S. MamaniEn el área andina rural, la diversificación de las actividades económicas por parte del campesinado es un fenómeno recurrente desde las últimas décadas. Las medidas sanitarias establecidas por el estado peruano en 2020 por la Covid-19 fueron una prueba que permitió evaluar esas estrategias pluriactivas.
Crédito Fotografía: Leonora Enking, bajo licencia creative commons.
En el área andina rural, la diversificación de las actividades económicas por parte de la población campesina es un fenómeno recurrente desde el último tercio del siglo pasado. Esta pluriactividad puede ser el resultado de las dinámicas del mercado sobre un campesino empobrecido. Pero en otras ocasiones, es el resultado de estrategias aplicadas por un campesino con capacidad de capitalización que aprovecha las opciones a su alcance. Amantaní (Departamento de Puno, Perú), la isla más poblada del Lago Titicaca y cuyos habitantes son campesinos quechuas, es un ejemplo de ello. El surgimiento de nuevos mercados laborales y de consumo (entre ello, el turismo), estimulados por la mejora del transporte y las nuevas tecnologías de la información, ha generado un heterogéneo repertorio de estrategias reproductivas.
Las medidas sanitarias establecidas por el estado peruano en 2020 por la pandemia de la Covid-19 fueron una prueba que permitió evaluar esas estrategias pluriactivas. Nos preguntamos qué tipo de estrategias pluriactivas fueron más resilientes frente a la crisis pandémica. Adelantemos la respuesta: aquellas en las que la agricultura de autoconsumo tenía un rol importante.
El turismo en Amantaní: de la Década Perdida al Boom
En Amantaní, el crecimiento demográfico, la dificultad para incrementar la frontera agraria, y una cultura basada en el reparto por herencia de la tierra entre todos los hijos, abocó a un minifundismo extremo. Esto obligó a complementar los rendimientos agrícolas con otras actividades económicas. En la década de 1970, los amantaneños apostaron por el turismo rural comunitario como una de esas vías de diversificación. Pero los viajeros que llegaban a la Isla fueron escasos durante todo el siglo XX. Además, este escaso turismo fue monopolizado por un grupo de campesinos: los propietarios de las lanchas que transportaban a los visitantes (Gascón, 2005).
En el área andina, la pluriactividad está muy relacionada con los procesos migratorios, y Amantaní no es una excepción. En muchos casos, la migración tuvo un carácter definitivo. Pero en las décadas de 1980 y 1990, muchas familias practicaban la doble residencia. La emigración definitiva reducía la presión del microfundismo. Pero la doble residencia, por el contrario, generaba tensión sobre el ecosistema agrario. Eso se debía a diversos motivos. Uno era el interés de las unidades domésticas por maximizar sus recursos agropecuarios: cuanto más se pudiera obtener de los recursos agrarios isleños, menos se dependería de la emigración temporal que, en aquella época, la Década Pérdida, era dura y complicada. El resultado fue la sobreexplotación de las mejores tierras.
El segundo motivo era que la emigración temporal afectó la infraestructura agraria. En Amantaní la agricultura se asienta en un sistema de terrazas que permiten cultivar en laderas escarpadas. Estas terrazas requieren un continuo mantenimiento, que suele hacerse entre la cosecha y la siembra. Pero esos eran los meses en los que la mayor parte de los isleños pasaban en la emigración, por lo que muchas veces esas labores quedaban postergadas. El resultado fue que la mayor parte de las terrazas colapsaron. A principios de la década de 1990, alrededor del 25% del suelo cultivable estaba erosionado o perdido por las malas prácticas y el descuido de las infraestructuras.
A partir de la segunda mitad de la década de 1990, el número de visitantes en el Lago Titicaca se incrementó notablemente. Esto se debió al aumento del turismo internacional a nivel global, al interés del Estado en favorecer este sector, al fortalecimiento de la clase media peruana que empezó a viajar por el interior del país, y a la finalización del conflicto armado protagonizado por Sendero Luminoso.
En Amantaní, este incremento del turismo coincidió con una reorganización de la distribución de sus beneficios. La Municipalidad negoció un acuerdo con diversas agencias de viajes para repartir sus turistas en las casas de los isleños mediante un sistema de rotación. A inicios de 2020, aproximadamente el 55% de los isleños alojaban visitantes gracias a este sistema. Una parte sustancial, por tanto, se vio excluido, o se autoexcluyó, de los beneficios del turismo. Este sector era muy heterogéneo. Una parte eran ancianos que no querían o podían alojar visitantes. En otros casos, eran isleños que practicaban estrategias pluriactivas en la que no entraba el turismo. La distribución de los beneficios entre los isleños que alojaban turistas también era muy desigual, ya que una minoría, con una infraestructura más preparada, tenían acuerdos bilaterales con agencias de viaje. Los ingresos por turismo de los demás se debía a su participación en el sistema de rotación.
Incremento de la frontera agraria
Cuanto mayor es la participación en las actividades turísticas, menor es el porcentaje que la agricultura supone en los ingresos familiares. Pero esto no se acompaña por un menor desinterés en la actividad agropecuaria. Paradójicamente, sucede lo contrario. En las últimas dos décadas se observa el interés de la mayor parte de las unidades domésticas, especialmente aquellas que participan en turismo, por recuperar terrenos que tenían subutilizados o perdidos.
Este fenómeno es resultado de la aplicación de diversas estrategias. Por un lado, la mayor parte de las terrazas agrícolas que se habían perdido fueron recuperadas. Por otro, se roturaron tierras que nunca se habían dedicado a tareas agrícolas. Es el caso de la meseta que corona la isla, situada a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar. Era un espacio destinado tradicionalmente a pasto, pero se empezó a cultivar a finales de la década de 2000. Esto fue posible por el cambio climático, muy determinante en el Área Andina, que ha reducido el impacto de las heladas en esa zona. Es un terreno de bajo rendimiento, lo que obliga a dejarlo en descanso durante varios años después de uno o dos ciclos agrarios. No obstante, a mediados de 2019 calculamos que cuatro quintas partes estaba siendo cultivado o lo había sido.
Fuente: Lola Orsoni, bajo licencia creative commons.
Finalmente, surgió un tímido mercado de tierras que se abastecía por el interés en vender de algunos emigrantes definitivos, y el de comprar por unidades domésticas que querían revertir los efectos de la herencia divisa. Normalmente, estos procesos se canalizaban dentro de la familia ampliada: entre hermanos y primos. Cuando no era así, sólo aquellos con mayor capacidad adquisitiva, como era el caso de los mejores articulados al mercado turístico, podían comprar tierras.
¿Cuál es el interés en invertir trabajo y capital en la actividad agraria cuando parece poco rentable y su papel es cada vez menos determinante en una economía pluriactiva? Diversos factores explican este comportamiento. Uno es que la renta turística no es suficiente para asegurar la reproducción de la mayoría de las familias. La agricultura dirigida al autoconsumo sigue teniendo un papel importante en la economía doméstica: abastece el consumo familiar de alimentos básicos.
Otro factor se debe al carácter periódico de la actividad turística y a su gestión basada en el sistema de rotación del alojamiento. Participar en el turismo implica dos cosas en relación con la fuerza de trabajo familiar. Por un lado, el alojamiento turístico no es una actividad cotidiana ni constante. Entre rotación y rotación pueden pasar semanas o meses, dependiendo de si es temporada alta o baja. Pero por otro, es difícil compaginar el turismo con ocupaciones fuera de Amantaní: hay que estar en la isla para alojar a los visitantes en cada rotación. Por tanto, entrar en el sistema de rotación turístico implica residir en la Isla. Entonces, ¿qué hacer con la fuerza de trabajo familiar disponible, cuando el turismo sólo lo emplea intermitentemente? El incremento de la frontera agraria, incluso con bajos rendimientos y una fuerte inversión en trabajo, es una forma de maximizar la mano de obra doméstica. En una economía campesina, el cálculo no se establece en base a la relación entre inversión y beneficio. El objetivo es dar ocupación a toda la fuerza de trabajo disponible, aunque sea con rendimientos bajos (Chayanov, [1925] 1974).
Pero, además, destinar esfuerzos en la agricultura es una estrategia de resiliencia: el amantaneño no puede controlar el mercado laboral en la emigración, ni los flujos turísticos, ni el precio de los productos de consumo doméstico, pero sí su producción agraria para el autoconsumo. La pandemia del Covid-19 lo puso de relieve.
Pandemia y resiliencia socio-ecológica
A mediados de marzo de 2020 el gobierno peruano implementó una serie de medidas ante la pandemia de Covid-19. Entre otras disposiciones, dictaminó el cierre de las fronteras y la cuarentena. A partir de julio, estas medidas se fueron relajando, pero esto no activó el turismo: el internacional estaba estancado, y el nacional siguió siendo escaso. La paralización de la actividad turística supuso una debacle económica para los isleños, pero no en el mismo grado. Dependió de sus estrategias de pluriactividad. Aquellas unidades domésticas que incluían la agricultura de autoconsumo se mostraron más resilientes, ya que les aportaba una parte sustancial de los productos básicos alimentarios.
Mayores problemas tuvieron aquellas unidades domésticas que habían emigrado temporal o definitivamente, o que practicaban la doble residencia sin dedicarse a la agricultura. Ante la paralización de sus actividades económicas, muchas optaron por regresar a Amantaní. Fue una estrategia que se generalizó en todo el país (Burneo y Trelles, 2020). Sólo a la comunidad de Pueblo, la más poblada de las diez que componen la isla, regresaron 37 familias en las primeras semanas de la cuarentena. En seguida empezaron a recuperar sus tierras, que tenían arrendadas o abandonadas. Pero la agricultura es una actividad parsimoniosa: debían preparar la tierra, sembrar y, finalmente, esperar que la cosecha diese frutos.
¿Por qué esa población decidió pasar el confinamiento en Amantaní? ¿Y por qué empezaron a recuperar la actividad agraria, cuando se esperaba que las medidas de emergencia durarían poco tiempo? Varios factores explican esta estrategia. Por un lado, los costos de reproducción: residir en la ciudad es caro. La mayor parte de los emigrantes habitaban viviendas alquiladas, mientras que en Amantaní contaban con la casa familiar de propiedad. Además, en la ciudad, productos y servicios básicos se han de adquirir, y ahora se habían quedado sin ingresos monetarios. En cambio, en la isla se podía activar sistemas de ayuda entre familiares y allegados en el que la moneda se sustituye por un préstamo a largo plazo o por trabajo (Mamani y Gascón, 2021).
La recuperación de la actividad agraria se explica porque se convirtió en la única actividad laboral para la fuerza de trabajo doméstica. Se esperaba que el confinamiento terminase mucho antes de la cosecha, y que esa población volvería a sus actividades económicas en la ciudad. Pero ese trabajo agrario se podría rentabilizar: las tierras preparadas se podían ceder mediante algún acuerdo de arriendo o aparecería.
Conclusiones
El caso de Amantaní descubre tres características de la pluriactividad campesina: pluralidad, adaptabilidad y universalidad. Por pluralidad nos referimos a que la pluriactividad no es una opción unívoca. En Amantaní, a medida que surgieron nuevas posibilidades laborales y económicas, se acrecentó la disparidad de estrategias adoptadas. Algunas unidades domésticas decidieron quedarse la mayor parte del tiempo en la isla aprovechando el boom turístico e incrementando la rentabilidad de la actividad agraria. Otras, en cambio, optaron por depender más del mercado laboral externo, practicando la emigración a largo plazo, y abandonando la agricultura de autoconsumo. Y entre estos dos extremos, hemos visto diversidad de estrategias.
Por adaptabilidad entendemos que no se trata de una estrategia estática. Las unidades domésticas siempre están dispuestas a cambiar la intensidad y la naturaleza de su relación con el mercado moderno (Ploeg, 2010). En el caso de Amantaní, esto ha dependido de factores como las condiciones coyunturales del mercado laboral, su nivel de formación y educación, el desarrollo de las tecnologías de comunicación y de los medios de transporte, las fuentes de energía disponibles, el devenir del turismo, el capital para la inversión que hayan podido acumular, o el fortalecimiento o debilitamiento de la economía nacional.
Amantaní también descubre que la diversificación de las actividades económicas es una apuesta tanto de aquellas unidades domésticas más pauperizadas, como de las que tienen cierta capacidad de capitalización. A esto nos referimos cuando hablamos de universalidad. Y es que en la decisión por la pluriactividad prima diversos aspectos. Algunas son las oportunidades que coyunturalmente pueda ofrecer el mercado moderno, o las redes de intereses económicos que la unidad doméstica haya podido establecer. Pero también se valora la posibilidad de dar ocupación a la mano de obra doméstica disponible y el deseo de enfrentar la vulnerabilidad. Estos dos últimos factores explican que, en Amantaní, los esfuerzos por recuperar la frontera agraria no sólo se de en aquellas unidades domésticas cuyos ingresos por turismo no permite cubrir sus necesidades reproductivas. Aquellas familias que más éxito tienen en el turismo se muestran igualmente interesadas en la agricultura de autoconsumo.
Más allá de los ingresos que pueda ofrecer, el turismo es una actividad vulnerable: depende de un mercado externo que no se controla, y que puede interrumpirse por factores como la inestabilidad política, las modas… o una pandemia (Cañada y Murray, 2021). Pero en Amantaní, el tipo de turismo y el sistema de gestión desde la década de 2010 ha favorecido la difusión de estrategias de pluriactividad que reducen esa vulnerabilidad. Son estrategias que se basan en la agricultura para el autoconsumo. El sistema de rotación del alojamiento turístico incrementó el número de isleños que pudieron participar del turismo, pero a la vez les exigió residir en la isla, o a residir mucho más tiempo, reduciendo o finiquitando sus estancias en la ciudad. No habiendo otras actividades en las que destinar la fuerza de trabajo doméstica, la dedicaron a recuperar, mejorar y ampliar su explotación agraria. La agricultura para el autoconsumo no sólo permite dar trabajo a la mano de obra doméstica disponible, aunque sea con rendimientos negativos; también ofrece seguridad. Y esto se observó cuando el gobierno peruano dictó el estado de emergencia por la pandemia. Aquellas unidades domésticas que combinaban el turismo con la agricultura para el autoconsumo fueron más resilientes: se adaptaron mejor a la crisis económica que comportó el confinamiento y el cierre de fronteras.
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