10-08-2022
BCN, marca turística: trabajo sin derechos. Voces trabajadoras del turismo.
Carla Izcara & Ernest Cañada | Alba SudEl pasado jueves 7 de julio Alba Sud organizó una mesa redonda en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona para compartir la experiencia de cuatro trabajadoras del turismo y escuchar sus reflexiones sobre la reactivación del sector, así como sus demandas.
Crédito Fotografía: Imagen de Alba Sud
En el contexto de reactivación turística después de la pandemia de la COVID-19 es esencial escuchar las voces trabajadoras del sector para conocer cómo están viviendo la “vuelta a la normalidad” de la reactivación pospandemia en su propia piel. Más aun en Barcelona, donde después del paro forzoso del turismo, la ciudad se ha convertido en un escenario de fuertes tensiones y contradicciones a causa de su importante peso en su economía.
Para conocer la complejidad del contexto, invitamos a cuatro trabajadoras del sector turístico: Eulalia Corralero, camarera de pisos en hoteles; Isabel Flores, dependienta del sector comercio; María Jesús Navarro, guía turística; e Irma Miranda, trabajadora en eventos y convenciones. El acto se estructuró en base a cuatro preguntas para conocer las condiciones laborales de cada actividad antes, durante y después de la pandemia. Asimismo, clausuramos la mesa abriendo el espacio para escuchar las principales demandas de cada colectivo profesional.
Un trabajo incierto y vulnerable
Las cuatro trabajadoras coinciden en que el confinamiento fue muy duro, y tres de ellas tuvieron que parar su actividad por completo. Por ejemplo, tanto los guiados turísticos como los eventos fueron prohibidos, y muchas camareras de piso se quedaron sin trabajo. Como para otros colectivos precarizados, el hecho de no tener un contrato fijo o fijo discontinuo, agudizó sus dificultades. La falta de una vinculación contractual permanente obstaculizó que recibieran los apoyos estatales a través de los ERTE. Así,Eulalia expresa con elocuencia qué supuso ese cambio: “tuvimos que aprender a sobrevivir”.
Dada esta situación, para muchas trabajadoras no hubo más opción que buscar ingresos en otras actividades. Algunas camareras de piso, señaló Eulalia, optaron por buscar trabajo de limpieza en hospitales. Hubo guías que, después de intentar aguantar con sus ahorros, “pusieron la patita en educación”, según María Jesús.
En el caso del comercio, estuvieron sin trabajar poco tiempo porqué las ventas online se dispararon y rápidamente tuvieron que volver a las tiendas a preparar paquetes. Esto supuso una fuerte carga de trabajo, porque, como explica Isabel “llamaban a la gente a las seis de la mañana para hacer paquetes para parar un carro, que aquello creció como la espuma”. Recuerda aquel período como “caótico y catastrófico”.
En lo que todas concuerdan es que era difícil imaginar que una situación así pudiera ocurrir en el sector. “Nosotras no sabíamos que era una crisis de la hostelería y, de golpe, nos quedamos sin hoteles”, cuenta Eulalia. Por ello, María Jesús resalta que la pandemia lo que hizo fue poner en evidencia la “vulnerabilidad del turismo”. Asimismo, las cuatro destacaron la “incertidumbre” que han vivido durante todo este período y que aun sienten, porqué las perspectivas del turismo siguen siendo imprevisibles, y esto se convierte en una preocupación añadida que hay que sobrellevar.
Más carga de trabajo
Después del periodo de confinamiento, hubo quien pensó que este tiempo habría servido para que las autoridades políticas y las mismas empresas reflexionaran sobre el funcionamiento del turismo en Barcelona y en el tipo de trabajo que genera. Nada más lejos de la realidad, todas ellas señalan que la reactivación turística está siendo aún peor. Por un lado, algunas personas que anteriormente habían trabajado en estas actividades han decidido no volver a sus antiguas posiciones debido a las condiciones precarias de trabajo. Esto ha comportado que, en algunos casos, las empresas estén teniendo dificultades para encontrar nuevo personal, con lo cual quienes están se encuentran con una sobrecarga de trabajo, o más presiones de todo tipo.
En los hoteles, a medida que iban abriendo, como en el comercio, se vivió la falta de equipos de protección individual ante los riesgos de contagio. “Las trabajadoras iban a trabajar acojonadas, y no se les proporcionaba EPI – denuncia Eulalia–. Se les ponía la mascareta y apáñatelas todo el día con la mascareta”. Al mismo tiempo, se ha mantenido “el mismo número de habitaciones”, a pesar del incremento de la carga laboral que suponen las nuevas exigencias de limpieza a causa de la misma pandemia. “Se quiere recuperar el mismo turismo que había, con la misma forma de trabajar, o aun peor, recortando más derechos”, expone Eulalia. Así, señala uno de los principales problemas del trabajo en el sector, la externalización de trabajo estructural, que sigue sin resolverse: “¿De dónde sacan estas empresas intermediarias los beneficios? –Se pregunta–. De explotar a las trabajadoras y trabajadores, y esto no tiene pinta de que vaya a cambiar”.
Como en otros sectores, en los hoteles se ha producido también la huida de una parte de las plantillas, que han tratado de encontrar empleo en otras actividades con mejores condiciones. Sin embargo, esta escasez de personal no se ha traducido en mejoras significativas. En algunos casos, ha sido suplida también con el recurso de mano de obra migrante, porque, como expone Eulalia, “aunque tú digas que no, siempre hay alguien que tiene más hambre que tú y dice que sí”.
Por su parte, en el sector del comercio, aunque la mayoría de empresassiguieron trabajando durante la pandemia, muchas de ellas prescindieron de los trabajadores y trabajadoras eventuales, “casi un 40% de las plantillas”, según Isabel. Además, como no había prácticamente turismo, en las tiendas del centro no se vendía y, en cambio, en las de muchos barrios sí. Esto supuso que el personal tuvo que hacer frente a una serie de cambios impuestos por las empresas que deterioraron aún más sus condiciones. Así, Isabel resalta el problema de conciliación que les supuso la imposición de turnos partidos, o el hecho que a las trabajadoras de las tiendas donde había menos actividad se las mandara a casa y con ello incrementara la acumulación de horas que debían a la empresa. “Todo lo que iba llegando era siempre para empeorar la situación del trabajador”, asegura.
Más recientemente, el comercio también se ha visto afectado por la puesta en marcha de la reforma de horarios comerciales en domingos y festivos, en vigencia desde el 15 de mayo pasado, con el fin de aprovechar el incremento de la demanda del turismo, en particular cruceristas. Una de las razones esgrimidas por los firmantes de este acuerdo es que ayudaría a crear empleo. Sin embargo, Isabel afirma que el personal eventual que se perdió no ha vuelto y que solamente “han aparecido cuatro contratos de manera muy puntual”, y que, por tanto, esas aperturas han repercutido sobre todo en más trabajos para las plantillas actuales. Desgraciadamente, el incremento de la venta online, y las perspectivas que tiene el sector en este sentido, no hace augurar un futuro muy esperanzador. Para Isabel, el crecimiento de la venta online supone “más mecanización y menos tiendas y, por tanto, menos personal.
Otro de los problemas señalados tiene que ver con las bajas retribuciones. Así, Maria Jesús advierte que “cuando terminó el confinamiento muchos guías estábamos absolutamente desesperados por trabajar, y la desesperación es mala. Y, justificada o no, muchos empezaron a bajar precios”. Las empresas pedían a las personas que hacían de guías que bajaran precios, con lo cual un mismo servicio llegó a pagarse tres veces por debajo, o más, según afirma María Jesús. Pero también reclama autocrítica a su colectivo: “Yo soy autónoma, y decido lo que cobro, y si todos lo que somos autónomos dijéramos vamos a controlar un poquito las bajadas, no hubieran bajado tanto los precios”. Y a todo ello, habría que añadir que tampoco se ha aprovechado este lapso de tiempo para regular actividades como los “free tours”, que presionan a la baja a todo el colectivo, porque “solo cobran por propinas”.
En el mismo sentido se lamenta Irma cuando denuncia que a las azafatas de eventos, a las que se les exigen idiomas, estén cobrando “ocho y diez euros la hora”, en actividades multitudinarias que mueven grandes cantidades de dinero. “Nada cambió, fue a peor, pero de una manera alarmante”, sentencia. Y ellas han vuelto a los eventos “con mascarillas y tacones”, se lamenta, mostrando su perplejidad ante la obligatoriedad aún de seguir usando este tipo de calzado para las mujeres, con la cantidad de horas que hay que estar de pie en este tipo de actividad.
Demandas para una transformación del turismo
Si el trabajo en el turismo ya era precario, durante la reactivación empieza a evidenciarse que aún se ha deteriorado más. Para Isabel el problema “no es que las empresas hayan perdido, es que han dejado de ganar, pero no están acostumbradas a esto”. Así, para mantener sus expectativas de beneficios tratan de reducir costes y precarizan aún más las condiciones de su personal.
Las cuatro trabajadoras apelan también a las responsabilidades políticas ante el deterioro crecimiento de las condiciones de trabajo en el turismo. “Hemos vuelto a cometer los mismos errores de antes, y con muy poco control, cero control, con decisiones que se toman en modo preelectoral”, reclama Maria Jesús. Por ello insisten en que tiene que haber políticas públicas sobre cómo se quiere gestionar y planificar la actividad y que, a su vez, proteja a las personas que trabajan en este ámbito. Por ejemplo, Irma, expresó su incomprensión por cómo una ciudad que acoge eventos y convenciones de gran magnitud como el Mobile World Congress no tiene mayores herramientas para regular el funcionamiento de estos encuentros. En concreto, hace referencia a las pésimas condiciones laborales de las personas que sustentan la base de estos eventos como son las azafatas, el personal de limpieza, montaje y catering, entre otras, pero también a cuestiones como la falta de control de desperdicio de comida.
Dada esta situación de “precariedad, precariedad y más precariedad”, en palabras de Isabel, las trabajadoras concretan cinco demandas que consideran indispensables para mejorar sus condiciones laborales. En primer lugar, reclaman una mayor oferta formativa relacionada con sus profesiones, en conocimientos técnicos como, por ejemplo, en prevención de riesgos laborales. Asimismo, en segundo lugar, consideran que una formación obligatoria y continuada ayudaría a la profesionalización de estos trabajos, según María Jesús. Siguiendo este hilo, las trabajadoras coinciden en que, aunque “el dinero no es todo”, sí que consideran que un mayor salario ayudaría a sobrellevar la vida en una ciudad turística en la que cada vez está más caro todo. Así, estas tres demandas guardan relación, ya que a partir de exigir más formación se profesionalizarían estos empleos los cuales tendrían que ser mejor retribuidos y finalmente más valorados, lo cual, y en cuarto lugar, implica una demanda de mayor reconocimiento y respeto por el trabajo realizado y por sus propias profesiones.
La quinta reivindicación es garantizar la conciliación. Isabel Flores fue rotunda con esta petición debido a los cambios que recientemente se han producido en los horarios del comercio en Barcelona. Igualmente, las características del empleo turístico (largas y extenuantes jornadas de trabajo, horarios rotativos y partidos, oscilaciones de demanda, etc.) siempre han dificultado lograr la conciliación laboral y familiar. Para muchas trabajadoras esta ha sido desde siempre una preocupación fundamental y no puede desatenderse ahora con el fin supuesto de facilitar la reactivación económica asociada al turismo.
A pesar de la complicada situación que viven estas trabajadoras, siguen luchando por mantener sus trabajos y conseguir unas mejores condiciones laborales. Como resume María Jesús “en turismo hay muchas cosas que funcionan mal, pero hay gente que lo queremos hacer bien”. El compromiso asumido y la exposición pública conlleva riesgos, pero las cuatro no conciben vivirlo de otro modo.
El contexto actual no es fácil, la ciudad de Barcelona una vez más se sumerge en un proceso de turistificación, las tensiones sociales salen a la superficie y las garantías y derechos laborales son insuficientes. La primera campaña promocional que ha lanzado el consorcio Barcelona Turisme después de la pandemia se llama “Barcelona como nunca antes” y aboga por un “turismo basado en la calidad, la seguridad y la sostenibilidad”. Pero, ¿cómo podemos estar hablando de un turismo sostenible y de “calidad” si las personas que trabajan en el sector no tienen unas condiciones laborales dignas?
Desde Alba Sud creemos que, lamentablemente la actual “marca Barcelona” comporta “trabajo sin derechos”. Merecemos un trabajo digno y nuestro compromiso, como entidad dedicada a la investigación social, en primer lugar se concreta en tratar de hacer visible la situación actual, dando el protagonismo a las “voces trabajadoras”.
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