08-11-2022
Verano 2022: algo más que el retorno a la sociopatia turística
Rafael Borràs | Alba SudLa movilización en la calle es la clave para que quede de manifiesto que somos muchos más de los que ellos quieren y dicen los y las que no le cantamos las virtudes a este modelo turístico.
Crédito Fotografía: Rafael Borràs.
Dicho sea sin tapujos: nos equivocaremos los que, en el periodo más duro de la pandemia de la covid-19, sugerimos que en el turismo global –y, particularmente, en el monocultivo turístico balear y pitiuso –algo importante cambiaría al llegar la "normalidad postpandémica". Es cierto que, como en casa de los pobres la alegría dura poco, en la medida que se empezaba a reactivar la maquinaria de la turistificación, nos vimos obligados a cambiar el pronóstico. Dejamos de hablar de supuestas "oportunidades", y resurgió el concepto de "riesgos".
Pero ahora, al inicio del otoño, no se me ocurre otra cosa que recurrir a la celebérrima frase de la película Blade Runner "I've seen things you people wouldn't believe..."["Yo he visto cosas que vosotros no creeríais...”] para describir lo que ha sucedido el verano de 2022. Ciertamente, es difícil de creer el impulso sociopático del turismo en las Islas Baleares.
Basta recordar dos informaciones de prensa para hacernos cargo de lo que ha sucedido este verano:
1. "Baleares cierra el mes de agosto con un 75 % más de turistas que en el mismo mes de hace 20 años. Aunque las cifras definitivas aún no se conocen y solo hay datos provisionales, la evolución de la temporada hace prever que la Comunidad acabará 2022 con más turistas que en 2019, año en el que llegaron 16,5 millones. Veinte años antes, en pleno debate sobre la desestacionalización, llegaron a las Islas 9,4 millones de visitantes".
2. “El centro de control de Enaire en Palma registra en septiembre casi un 1% más de vuelos que en 2019". No cansaré al lector/a con más datos del número de turistas, pero sí me parece imprescindible apuntar la siguiente información: "Mallorca soportó en mayo la misma población que en los veranos de hace una década". Se puede concluir, pues, que la tendencia al crecimiento de turistas parece imparable. La advertencia de la gran parada turística por mor de la pandemia no ha servido para nada.
A partir de aquí, el verano de 2022 ha sido otro verano de déjà vu: Palabrería sobre si la saturación turística es objetiva o una sensación (la única novedad ha sido que el responsable autonómico de Turismo y Trabajo afirmó que "la clase trabajadora 'huye' del debate sobre la masificación turística" sic!); la siempre recurrente disputa entre empresarios hoteleros y de viviendas vacacionales sobre quienes tienen más responsabilidad en el crecimiento exponencial de la turistificación; como cada verano pre negociación de convenio colectivo de hostelería, declaraciones empresariales contradictorias sobre la rentabilidad económica de la temporada 2022; pleno empleo laboral, con alargamiento de las colas de trabajadores y trabajadoras pobres a las puertas de las entidades sociales y de los servicios sociales públicos; un verano más en que Las Kellys han recibido nuevamente promesas, pero ningún cumplimiento de su tabla reivindicativa (singularmente todo lo que hace referencia a la regulación de la carga de trabajo); la negación fáctica –vía precios- del derecho a una vivienda digna, otro verano, ha derivado en una crisis de legitimidad del sistema (declaraciones como las de la presidenta de la Agrupación de Cadenas Hoteleras de Baleares en las que reivindica priorizar la construcción de más aparcamientos, incrementar el número de taxis, y mejorar la red de carreteras de las islas, a la construcción de viviendas de protección oficial, es una buena prueba de lo que piensan las élites sobre el derecho a la vivienda).
Ahora bien, en mi opinión, el verano de 2022 ha sido algo más que un retorno a la sociopatia turística. Han sucedido tres cuestiones muy relevantes para el pensamiento turístico crítico:
Primero. El Comité de Expertos/as para la Transición Energética y el Cambio Climático de las Islas Baleares ha presentado el informe anual 2021-2022 que, entre otras muchas cosas, propone que "no solo hay que plantear con urgencia una sustitución tecnológica para que los medios de transporte hacia las islas generen cero o casi cero emisiones, sino que también sus estancias (desplazamientos internos, consumo de recursos, generación de residuos, consumo energético, etc.)". ¡La ciencia ha hablado con toda claridad!
Segundo. Se ha abierto el debate social –con gran repercusión mediática– sobre la promoción turística pública. Este es un asunto capital, y, a la vez, complejo. El ingente negocio de la promoción turística es extraordinariamente opaco, y, en muchas ocasiones, está bordeando la ilegalidad. Ved, a modo de ejemplo, lo que dice el informe de Greenpeace en el que analiza las subvenciones de ayuntamientos y comunidades autónomas al sector aéreo que opera en los aeropuertos de la península Ibérica:
"La Unión Europea ha determinado en varias ocasiones que las ayudas directas a las compañías aéreas son ilegales, salvo que sean declaradas Obligación de Servicio Público (OSP) o circunstancias especiales como el COVID-19. Dichas ayudas directas vulneran la directiva europea sobre libre competencia, ya que benefician de forma injusta a unas empresas aéreas sobre otras. Sin embargo, para esquivar dicha prohibición se han puesto en marcha argucias legales para camuflar estas subvenciones. El mecanismo preferido es el «patrocinio publicitario», por el que se licitan ayudas que no subvencionan el billete ni pagan a las compañías por las rutas establecidas, sino que pretenden que el importe de las ayudas se destine a campañas de promoción turística de aquellas ciudades o comunidades que aportan la subvención".
La demanda de transparencia sobre la totalidad de la promoción turística pública y la reivindicación de "¡ni un céntimo público para promoción turística!" tendrían que reavivarse con fuerza.
Tercero. Quizás la cuestión más importante: la movilización en Palma (Mallorca) en torno al #WorldTourismDay=CollapseTourismDay fue un éxito de participación. No era, después de la desmovilización postpandémica, fácil. Ngg wa Thiong'o afirma que "el triunfo final de un sistema de dominación se consigue cuando el dominado empieza a cantar sus virtudes" (2017: 73-74). La movilización en la calle es la clave para que quede de manifiesto que somos muchos más de los que ellos quieren y dicen los y las que no le cantamos las virtudes a este modelo turístico.
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