29-12-2022
Hospitalidad, salud mental e inclusión: más allá de las políticas públicas
Renan Augusto Moraes Conceição | Alba SudCasa Tuxi es un pequeño hotel en Botafogo, Río de Janeiro (Brasil). Todo su personal tiene alguna patología de salud mental diagnosticada. Angela Teberga y Pedro Costa conversaron virtualmente con su propietaria, Fernanda Tuxi, en una sesión organizada por Labor Movens.
Crédito Fotografía: Casa Tuxi.
Una de las cuestiones más importantes que hay que tener en cuenta cuando hablamos de turismo y hotelería es la de las relaciones que se establecen entre la población anfitriona y la visitante, los momentos de acogida y las normas que rigen este encuentro, es decir, la hospitalidad. No siempre es una relación armoniosa, la dinámica entre anfitriones y visitantes, o entre turista y comunidad turística, o entre huésped y hotelero está impregnada de complejidad y a menudo de contradicciones sobre los límites y las funciones de esta hospitalidad. Ésta implica el establecimiento de una relación social, una forma de vivir juntos, siguiendo normas, rituales y leyes que no necesariamente están escritas. Al tratarse de una relación social, la hospitalidad también se da cuando, dentro de una misma comunidad, los miembros se sienten acogidos y participan, formando una unidad cohesionada y un sentimiento de identidad.
¿Qué ocurre, entonces, cuando es la comunidad la que excluye y no acoge a sus propios miembros? ¿Cuando niega a sus miembros la hospitalidad, tan importante como forma de sociabilidad? ¿Y cuando esta exclusión está motivada por prejuicios sobre la salud mental y otros desarrollos neurológicos? En este caso, el ya pesado sentimiento de exclusión es aún más fuerte, con graves consecuencias para el bienestar de las personas. En Brasil, incluso con una serie de políticas públicas que establecen directrices para la inclusión de las personas con discapacidad y otras condiciones, que abarca las condiciones mentales neurodivergentes, el hecho es que no siempre actúan con un enfoque de acogida.
Solo en 2015 los derechos de las personas con discapacidad pasaron a ser regidos por una legislación específica, la Ley Federal nº 13.146, de 6 de julio de 2015, que estableció la Ley Brasileña de Inclusión de la Persona con Discapacidad, también conocida como Estatuto de la Persona con Discapacidad, garantizando el derecho a la vida, a la salud, a la educación, a la vivienda, al trabajo, a la asistencia social, a la rehabilitación, al ocio, al turismo, entre otros. La garantía de los derechos, sin embargo, no significa la acogida ni siquiera el trato humanizado y hospitalario.
Live Labor Movens y Fernanda Tuxi
El 14 de diciembre, la profesora Angela Teberga, fundadora del grupo de investigación Labor Movens, vinculada al Centro de Excelencia en Turismo de la Universidad de Brasilia (CET/UnB) y miembro de Alba Sud, mantuvo una charla con Fernanda Tuxi, propietaria del hotel Casa Tuxi, en Botafogo, Río de Janeiro, sobre salud mental e inclusión en la industria hotelera. El profesor Pedro Costa, miembro del Instituto de Psicología de la Universidad de Brasilia, participó en la conversación. La transmisión en YouTube puede verse aquí:
Casa Tuxi es un pequeño hotel, con 15 habitaciones en un edificio construido a principios del siglo XX, que hasta hace unos años albergaba un taller mecánico. Cuenta con una plantilla de 22 empleados, todas ellas personas neurodivergentes y diagnosticadas con alguna patología psiquiátrica. Este es uno de los requisitos para la contratación: pacientes con informes psiquiátricos, con tratamiento farmacológico y psicoterapia. De los 22 empleados, 10 son fijos y otros 12 trabajan como autónomos. De estos 10 empleados fijos, 6 fueron contratados porque eran conocidos de Fernanda y están siendo tratados en un Centro de Atención Psicosocial - CAPS. Además del tratamiento en el CAPS, un psicólogo atiende a los empleados todos los jueves en el propio hotel, garantizándoles así dos sesiones de psicoterapia. En la plantilla hay personas autistas, bipolares, borderline y adictos. Las condiciones de trabajo se diseñaron para respetar todas estas condiciones y la diversidad. Cada uno con su comportamiento, enfrentándose a sus propios límites. Fernanda sostiene que cuando un empleado tiene una irrupción psicótica, todos se apoyan mutuamente. Con la exigente dinámica del trabajo hotelero, en Casa Tuxi todo debe replantearse y adaptarse a las diversas dificultades individuales.
Fernanda Tuxi fue diagnosticada con dos formas de trastorno del neurodesarrollo, Trastorno Bipolar de la Afectividad y Trastorno Límite de la Personalidad, y es paciente psiquiátrica. Su vida, que relató en la conversación, ha estado salpicada de dificultades, abandono, abusos y exclusión. Tras la muerte de su padre cuando ella tenía 16 años, empezó a vivir sola. Cuenta que desde muy pequeña tuvo que trabajar para sobrevivir sin tener que recurrir a las drogas o a la prostitución. A sus 40 años, Tuxi ha desempeñado diversos trabajos informales, como repartidora, fotógrafa e incluso malabarista delante de los coches en los semáforos en rojo. En su búsqueda de empleo formal, se encontró con prejuicios y exclusión cuando informaba de su enfermedad mental y el tratamiento que seguía.
Con una vida personal atravesada por relaciones abusivas, le resultó difícil encontrar estabilidad, tanto económica como emocional, para llevar una vida tranquila, lo que la llevó a un intento de suicidio. Fernanda, que ya había sido ingresada en un hospital psiquiátrico contra su voluntad, finalmente decidió buscar ayuda médica. En los hospitales psiquiátricos por los que pasó había mucha hostilidad y violencia, pero también momentos de amistad sincera y verdadera entre los pacientes.
Cuando se le preguntó por el motivo de abrir un hotel, dijo que, entre otras razones, una de ellas era conseguir un refugio propio, pues entonces vivía en su coche. Y más, tras la muerte de su abuela, una persona igualmente rechazada y excluida de la sociedad, lo que la llevó a quitarse la vida. Fernanda contó que "hace siete años mi abuela se suicidó y yo llevé su ataúd y dije: haré por las personas que atraviesan mi vida, todo lo que no hicieron por nosotros. Fue entonces cuando surgió la idea de abrir Casa Tuxi". De este modo, el hotel es un lugar de acogida para personas como ella, rechazadas en otros lugares y trabajos por prejuicios. La Casa Tuxi se ha convertido en una comunidad de apoyo y una forma de luchar contra la visión estereotipada y prejuiciosa de las personas. "He echado a gente de aquí cuando empezaban a burlarse [de la condición neurodivergente de los empleados]. He pasado por situaciones extrañas. Pero no lo aceptaría, no me importa, los echaré. No lo admitiré más. No me lo tragaré. La decisión es eterna, el sentimiento es fugaz. Mi decisión tiene que ver con la lucha contra las instituciones mentales. Aquí no pisará ningún psicófobo, no se burlará de ningún empleado, no hará bromas", dijo Fernanda.
Hospitalidad, Casa Tuxi y lucha antimanicomial
De hecho, la lucha contra el asilo mental en Brasil es necesaria y muy importante. En el país la percepción de que las personas con algún trastorno mental o afección del neurodesarrollo deben ser confinadas, situadas al margen de la sociedad, escondidas. La existencia de instituciones de reclusión, los manicomios, sólo se acabó oficialmente con la Reforma Psiquiátrica que tuvo lugar en 2001. En los manicomios, los pacientes eran sometidos a torturas, malos tratos, estigmatización y electroshock. Uno de ellos destacó por estas prácticas, el Hospital de la Colonia de Barbacena, en el estado de Minas Gerais. Los horrores cometidos por este hospital se conocieron como el holocausto brasileño.
Fernanda conoce muy bien la falta de cobijo que ofrecen estas instituciones, habiendo sentido en su propia piel la hostilidad con la que se puede tratar a alguien simplemente por no corresponder al comportamiento neurotípico. En los momentos en que Tuxi más lo necesitaba, se le negó cobijo y se le arrebataron las relaciones sociales tan importantes para la vida en comunidad. Por eso es tan notable la existencia del hotel Casa Tuxi: proporciona un entorno digno a quienes son excluidos y rechazados en casi todos los espacios. Y, casualmente, el hotel tiene casa como nombre. El hogar, el espacio más privado y que, desde el punto de vista de la hospitalidad, presenta las mayores complejidades en la relación entre anfitriones y visitantes. El espacio más íntimo y, en teoría, de mayor seguridad individual. La casa que evoca el hogar.
Con todo esto en mente, es notable lo que Fernanda consigue, a nivel individual. En la necesaria grandiosidad de las políticas públicas en Brasil, un país continental y complejo en todos los sentidos, el alcance de las acciones de estas políticas es a veces limitado, siendo necesario garantizar, primero, el acceso a todos, para que después se pueda pensar en mejoras efectivas. Actuando en los espacios vacantes de las políticas públicas, Fernanda muestra una forma concreta de inclusión y acogida, que no niega las dificultades y los problemas, pero que pretende superarlos.
Cuando la comunidad, finalmente, se niega a acoger, a ofrecer el beneficio de la hospitalidad, esta característica tan elogiada en la población brasileña, y cuando las políticas públicas no logran o no obtienen el éxito esperado, queda a los propios individuos buscar las relaciones sociales que les son negadas y construir sus propios espacios hospitalarios. Desde esta perspectiva podemos entender a Fernanda y la grandeza de la Casa Tuxi. Sabemos que las soluciones duraderas no pueden depender del nivel individual. Sin embargo, a menudo los cambios necesarios pueden inspirarse en casos particulares. Que Casa Tuxi sea un buen ejemplo y nos muestre el camino de un turismo más inclusivo.
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