14-02-2023
“La revolución conservacionista”: entrevista con Bram Büscher y Robert Fletcher
Nora Müller | UIBCon motivo de la publicación en castellano por Icaria Editorial del libro «La revolución conservacionista. Propuestas radicales para salvar la naturaleza después del Antropoceno», conversamos con sus autores sobre las implicaciones del giro propuesto en las políticas de conservación.
Crédito Fotografía: Archivo Alba Sud.
Entrevistamos a Bram Büscher y Robert Fletcher, autores de “La revolución conservacionista. Propuestas radicales para salvar la naturaleza después del Antropoceno” (Icaria Editorial, 2022), con motivo de su reciente publicación en castellano. Inicialmente fue publicado en inglés por Verso en 2020. Bram Büscher se formó como politólogo en la Vrije Universiteit de Ámsterdam, Países Bajos, y Robert Fletcher como antropólogo sociocultural en la Universidad de California en Santa Bárbara, Estados Unidos. Durante los últimos siete años han trabajado en el Grupo de Sociología del Desarrollo y Cambio en la Universidad de Wageningen en los Países Bajos, donde Bram es catedrático y Rob profesor titular.
Nora Müller: En referencia al título del libro, ¿porqué necesitamos una “revolución conservacionista”? ¿Cuál es la critica que vuestra propuesta pretende superar?
Bram Büscher: Nuestro punto de partida es el hecho de que el movimiento conservacionista global ha hecho un trabajo bastante pobre en la prevención de la crisis de extinción de la biodiversidad, mientras que, al mismo tiempo, crea muchos problemas sociales en términos de desplazamiento y marginación de la población local que vive en o cerca de áreas críticas para la conservación. Con ello no queremos decir que las actividades conservacionistas no hayan sido exitosas para proteger algunos ecosistemas y especies que, de otra manera, muy probablemente hubieran desparecido –hay áreas protegidas en muchos sitios que justo lo han logrado. Pero a una escala global, la biodiversidad continúa disminuyendo rápidamente incluso a la vez que las áreas protegidas se van extendiendo en todo el mundo.
Millones de personas denuncian el abuso de las autoridades públicas con demandas de “descolonizar” la conservación como fuerza que históricamente ha estado ligada a la expansión imperial europea. Así, definitivamente, algo no está funcionando, muchos conservacionistas convencionales también lo están reconociendo y exigen cambios drásticos desde dentro de la clase dirigente. Este impulso de un cambio transformador y el empuje para llevarlo más lejos es los que llamamos revolución conservacionista.
Nora Müller: ¿Qué metodologías e investigaciones os sirvieron de base para elaborar vuestra propuesta?
Robert Fletcher: Los dos somos etnógrafos. Esto implica que hemos llevado a cabo trabajo de campo durante mucho tiempo en distintos sitios donde se realizan actividades de conservación. Bram trabajaba sobre todo en Sudáfrica y yo en Latinoamérica, particularmente en Costa Rica. Pero los dos observamos que muchas de las medidas adoptadas se diseñaban lejos de los sitios donde trabajábamos. Por lo tanto, vimos que para entender por qué la conservación funciona del modo que lo hace teníamos que seguir a quienes formulan las políticas y recorren el mundo, de una conferencia a otra, debatiendo y acordando las estrategias que después se implementan en todo el mundo. Así, estudiar estos espacios elitistas – directamente atendiendo a aquellas conferencias para observar las discusiones que ahí tenían lugar, pero también indirectamente, analizando los documentos producidos por las organizaciones involucradas – se ha convertido en un componente central de nuestra metodología.
Nora Müller: Vuestro trabajo de campo se centra en África y América Latina, ¿cómo influye esto en los resultados y qué implica para otras regiones geográficas? ¿Pensáis que la crítica del conservacionismo convencional también es válida en otros contextos, como el europeo?
Robert Fletcher: Nuestra perspectiva comparativa entre diferentes continentes nos da una comprensión tanto de las similitudes como de las diferencias entre lugares. Y, efectivamente, hay patrones comunes en cómo se desarrollan las acciones conservacionistas que hemos podido observar, pero también diferencias importantes. Por ejemplo, en Sudáfrica muchas de estas intervenciones están centradas en especies específicas de la megafauna que se puede observar en los parques, y que son la base para experiencias turísticas que generan fondos para apoyar la conservación. Por el contrario, en la mayoría de Latinoamérica, la conservación se centra en preservar grandes ecosistemas, como bosques tropicales, y también las especies que éstos albergan. Pero normalmente las especies concretas no son el foco de atención especifico (con excepciones, obviamente). En parte porque los animales espectaculares (como el jaguar) tienden a ser esquivos y, por lo tanto, difícilmente pueden constituir el principal atractivo turístico, porque es imposible garantizar su observación a los visitantes.
Bram Büscher: Adicionalmente a nuestra investigación, también colaboramos estrechamente con una gran red de investigadores que trabajan en diversos contextos en todo el mundo, que nos permite desarrollar una perspectiva comparativa mucho más amplia que nuestros dos proyectos nos permitirían, y así es posible entender mejor patrones y diferencias en cómo se desarrolla la conservación a escala global. Por ejemplo, en el Norte Global, donde normalmente hay muchos fondos para la conservación, tanto de los gobiernos como de donaciones de particulares, pocas veces hay la necesidad para recurrir al turismo y otros mecanismos para generar fondos y posibilitar la conservación (aunque esto esté cambiando porque muchos países enfrentan medidas de austeridad). Mientras tanto, en el Sur Global, los fondos para la conservación vienen muchas veces del Norte Global, cada vez más a través de mecanismos basados en el mercado, que buscan fórmulas para que sea rentable para los residentes del Norte pagar por la conservación en el Sur Global (por ejemplo, pueden compensar emisiones o visitar vida silvestre exótica). Así, en términos generales, la conservación se ha vuelto mucho más dependiente de la capacidad para generar ingresos directamente de la biodiversidad que protege.
Nora Müller: En la introducción del libro, describís la evolución de la conservación y sus debates principales y los categorizáis según su relación con la dicotomía naturaleza-cultura y los mecanismos capitalistas en tres enfoques: conservación convencional, conservación moderna y neoproteccionismo. En contraposición, proponéis el enfoque convivencial como una propuesta poscapitalista y que va más allá de la dicotomía naturaleza-cultura. ¿Porqué pensáis que los enfoques predominantes de la conservación no funcionan y cómo consigue la conservación convivencial superar las carencias de los otros enfoques?
Bram Büscher: Obviamente, esto es una cuestión compleja que hemos simplificado para demostrar de manera entendible las similitudes y diferencias claves entre varias posiciones. Pero, dejando esta complejidad de lado por el momento, el asunto fundamental que, desde nuestro punto de vista, estas tres posiciones descuidan es queno confrontan de manera directa el hecho de que la economía global capitalista depende de una continuada expansión y extracción de recursos naturales para crecer y prosperar. En otras palabras, la economía siempre ejercerá presión sobre las áreas protegidas y los ecosistemas. Así, a no ser que esta presión expansiva sea enfrentada directamente, el conservacionismo siempre será un movimiento defensivo que intenta frenar esta misma expansión en espacios particulares mientras que se despliega en otros – lo que llamamos un intento de fregar el suelo con el grifo abierto. O, peor aún, algunos enfoques de conservación convencional y moderno defienden que se puede utilizar el capitalismo mismo (en forma de mecanismos basados en el mercado) para apoyar la conservación expresando que la protección paga más que la extracción, que, en realidad, no funciona en la gran mayoría de veces. Precisamente porqué la extracción es tan lucrativa. De esta manera, las tres posiciones no reconocen plenamente la raíz que causa los problemas de conservación y esto creemos que es una de las razones principales de porqué ninguna de ellas puede ofrecer el camino a seguir que tanto necesitamos. Por el contrario, nuestra propuesta de conservación convivencial confronta directamente la expansión capitalista y esboza una serie de principios y prácticas poscapitalistas que creemos que ofrecen una estrategia de conservación mucho mas efectiva si se adopta de manera amplia.
Bram Büscher.
Nora Müller: Criticáis la subsunción de la naturaleza al capital que describís como nuevo modelo de desarrollo capitalista o “acumulación por conservación”. ¿Qué quiere decir exactamente esta idea? ¿Me podéis dar algún ejemplo de cómo la naturaleza es subsumida al capital y a través de qué instrumentos o mecanismos?
Robert Fletcher: Bueno, el capitalismo en general se desarrolla subsumiendo la naturaleza al capital a través de la extracción de recursos y su transformación en mercancías que se venden, y su beneficio se reinvierte para seguir con la expansión capitalista. Esto se convierte en el “valor en movimiento” que Marx consideraba la esencia del capital. Lo que es particular de la conservación es que intenta generar capital a través de la no-extracción. Dicho de otro modo, a través de dejar los recursos naturales intactos y con el intento de convertirlos en capital circulante sin extracción ni circulación de los recursos mismos. Por ejemplo, con el ecoturismo los turistas pagan para visitar el bosque tropical, y con ello generan ingresos sin que se extraiga la madera. O los pagos por servicios ecosistémicos, cuyo objetivo es que las compañías del Norte Global que emiten dióxido de carbono paguen como compensación a los propietarios de bosques del Sur Global por no deforestar. También en los bancos de biodiversidad, donde se puede compensar la destrucción de especies o hábitats pagando por la preservación de la misma especie o una “equivalente” en otro lugar. Así, este intento de usar los mercados para generar capital para la conservación es lo que nosotros llamamos acumulación por conservación.
Nora Müller: ¿Cómo consigue la conservación convivencial superar el capitalismo? ¿Qué acciones, políticas y medidas son necesarias para superar una conservación capitalista?
Robert Fletcher: Definimos capitalismo, según Marx, como un modo de producción basado en la apropiación de la plusvalía que produce el trabajador por parte del capitalista, combinado con un sistema de intercambio basado en la creación de valor en movimiento a través de la reinversión continua de capital con el fin de acumular. Dada esta definición, poscapitalismo quiere decir una producción en la cual no existe apropiación privada de la plusvalía. Al contrario, la plusvalía generada se convierte en un recurso común. Esto pasa, por ejemplo, en el sistema público de financiación o la gestión comunitaria. Así pues, para nosotros, una conservación poscapitalista significa tratar la biodiversidad, en primer lugar, como un bien común que todas y todos comparten y a la que se protege a través de la redistribución del bienestar que ya poseemos, con el fin de corregir la desigualdad y asimetrías de poder, en lugar de tratar de extraer más y generar más ganancias de actividades que se producen a costa de las personas o los recursos naturales o ambas.
Nora Müller: Como reacción a la relación alienada entre humanidad y naturaleza, el ecoturismo – y áreas protegidas en general con su doble objetivo de proteger la naturaleza y proveer áreas de recreación popular – se presenta como vía de reconectar con la naturaleza mediante la experiencia directa. ¿Creéis que el ecoturismo no es capaz de hacerlo? Y, en el caso de que sí, ¿por qué? ¿Qué proponéis para superar la separación humanidad-naturaleza o la reconexión entre naturalezas humanas y no-humanas?
Robert Fletcher: Creemos que es algo más complicado que eso porque el ecoturismo contribuye tanto a conectar personas con otras especies como a reforzar la sensación de desconexión. Es así por una serie de razones. Primero, el ecoturismo se realiza normalmente en áreas protegidas que buscan separar personas de animales en la medida de lo posible, reforzando una sensación de que la naturaleza “real” siempre se encuentra en algún lugar lejano de donde vivimos. Simultáneamente, creando espacios distintos para la práctica ecoturística, se separa físicamente a las personas que viven cerca deestos espacios, de los recursos naturales de los cuales dependía su subsistencia durante mucho tiempo y con los cuales interactuaban de manera relativamente sostenible antes de la introducción de compañías capitalistas extractivas. Entonces, creemos que para superar realmente nuestra sensación de alienación de otras especies es necesario abandonar la idea de que la naturaleza es una esfera separada de la humanidad y que solo se encuentra lejos, en espacios exóticos y, por el contrario, empezar a apreciar la naturaleza que está todo nuestro alrededor todo el tiempo, incluso en los espacios cotidianos y fragmentados que llamamos casa. Pasar tiempo en estos espacios integra y nutre aún más a los seres humanos y no-humanos, en vez del intento de huir en búsqueda de la naturaleza exótica en otros territorios.
Nora Müller: Describís la idea predominante de proteger la naturaleza de los humanos, particularmente en áreas protegidas como un “modo predeterminado de conservación” y proponéis “áreas promovidas” como un espacio para construir relaciones duraderas y comprometidas entre naturalezas humanas y no-humanas. Me podéis explicar esta propuesta en más detalle y ¿cuál es que la diferencia con las áreas protegidas “clásicas” y existentes?
Bram Büscher:La diferencia en primer lugar es conceptual, en el sentido de que la idea de “protección” implica la necesidad de salvaguardar la biodiversidad de las personas, mientras que “promoción” crea el sentido de que los seres humanos y otras especies pueden coexistir en los mismos espacios en lugar de estar situados en oposiciones antagonistas. En segundo lugar, esto anima a pensar de manera diferente la realidad física de un área de conservación, entendiendo que está re-arraigada en una estructura social poscapitalista, particularmente a través de la corrección de cualquier injusticia social o impactos sobre las mismas especies protegidas (por ejemplo, creando bosques islas que amenazan su viabilidad a largo plazo). Por consiguiente, con las áreas promovidas se trata de reformular cuál es la intención de estas áreas con respecto a la relación entre humanidad y vida silvestre, con lo cual cambia el énfasis de protección alienada a conexión significativa. Sin embargo, y de manera más general, en vista a la expansión futura del régimen de conservación debemos mirar más allá de la ordenación basada en áreas por completo, ya sea protegida o promovida, y en su lugar potenciar espacios fluidos en los cuales humanos y vida silvestre coexisten sin la necesidad de barreras estrictas o separación. Obviamente, esto no será posible en todos los espacios, por lo que será necesario resolverlo de manera particular en cada contexto.
Nora Müller: Proponéis una “gestión más democrática de la naturaleza, centrada en la naturaleza-como-bien-común y la naturaleza-en-su-contexto”. ¿Qué queréis decir con esto y qué implica? ¿La naturaleza-como-bien-común implica repensar la propiedad privada (para vivienda, agricultura, silvicultura, alojamiento turístico, etc.) y las áreas protegidas demarcadas que conocemos? ¿Cómo se hace esto?
Robert Fletcher:Sí, pensamos que la propiedad privada es una de las raíces del problema que en muchos casos se debería desafiar y desmantelar. La propiedad privada es claramente fundacional para las relaciones del capital, porque sin ella no hay manera de apropiarse de los recursos como base del beneficio individualizado. La creación de la propiedad privada es claramente una de las vías principales a través de la cual las sociedades colonialistas robaron tierras de una manera que continúa existiendo en muchas sociedades llamadas postcoloniales. Esto es lo que Marx llama “acumulación primitiva” (y David Harvey “acumulación por desposesión”) que es la base para la acumulación de capital propiamente (a través de la apropiación de la plusvalía del trabajo) en la cual se constituye. Lo opuesto a la propiedad privada es colectivizar, es decir, que un colectivo determina conjuntamente las reglas de cómo gestionar un espacio concreto que idealmente beneficia a todo el colectivo de manera más o menos igualitaria. Sin embargo, esto no significa que el espacio deba ser libre-para-todos/todas –que llamaríamos “acceso abierto”– porque esto dificultaría una gestión sostenible. Más bien, debe haber un grupo de interés limitado con un poder relativamente igual para dar forma a la gestión de un espacio bajo criterios de “subsidiariedad”, lo que quiere decir que el poder se transfiere al nivel más bajo apropiado y solamente las decisiones que no pueden tomarse efectivamente a escala local pasan a niveles más altos de gobernanza (por ejemplo, estados, organismos internacionales). Esto sería la colectivización democrática directa de la gobernanza conservacionista que planteamos en el libro. Obviamente, la realidad siempre será más desordenada, pero es un objetivo adecuado para comenzar a perseguirlo.
Robert Fletcher.
Nora Müller: ¿El enfoque de la conservación convivencial es aplicable en contextos diversos y en todas las escalas?
Bram Büscher:Consideramos que en términos de los principios básicos ciertamente lo es, mientras que las prácticas que dibujamos en el libro son deliberadamente flexibles – no específicas–, suficiente para aplicarlas en diferentes contextos. Lo que es crítico para cualquier paradigma de conservación más amplio es que su funcionamiento en el terreno esté elaborado entre los grupos de interés relevantes en un espacio determinado.
Nora Müller: La conservación de la naturaleza está estrechamente relacionada con las áreas naturales. ¿Cuál es la relación entre conservación y áreas urbanas? ¿Cómo se aplica la conservación convivencial en contextos urbanos?
Robert Fletcher: La relación entre áreas urbanas y rurales está en el corazón de la propuesta de conservación convivencial. Mirando la biodiversidad, ciertamente, se centra en las áreas rurales, pero es precisamente la división histórica entre lo urbano y lo rural, con poblaciones humanas cada vez más hacinadas en crecientes áreas urbanas de las cuales se expulsan de nuevo las especies no-humanas, mientras que al mismo tiempo se cierran más y más espacios rurales como áreas protegidas, lo que la conservación convivencial pretende desafiar y superar. Proponemos un mundo en el cual los espacios de conservación serán menos salvajes y los espacios urbanos lo serán más. La cuestión es que los seres humanos y otras especies necesitan estar mejor integrados tanto en espacios urbanos como rurales, de tal manera que la división entre ambos espacios hasta cierto punto también se rompa. Es más, hacer los espacios urbanos más sostenibles, tanto ambientalmente como psicológicamente. Por tanto, que las personas no sientan la necesidad de escapar periódicamente para mantener su salud porque los entornos cotidianos se vuelven más satisfactorios y biodiversos es de vital importancia para que la conservación convivencial tenga éxito; de lo contrario, las crecientes áreas urbanas no contribuyen, pero continúan debilitando los espacios rurales conservados por la necesidad de seguir extrayendo recursos para alimentar este crecimiento urbano.
Nora Müller: ¿Qué pueden aprender los responsables políticos de las diferentes escalas de vuestro libro? ¿Cuáles son los actores sociales que se necesitan para realizar la revolución conservacionista?
Bram Büscher:Pensamos que la conclusión clave para los responsables políticos es que hay que tomar decisiones más grandes, atrevidas y realistas si queremos parar la extinción de la biodiversidad. Somos conscientes de que avanzar en la dirección que defendemos es difícil, ya que significa cambiar el rumbo alejándolo de muchas de las prácticas actuales, que se han consolidado y han originado dependencias, pero mantenemos que realmente no hay otra opción, si verdaderamente queremos proteger la biodiversidad de manera justa socialmente. Por lo tanto, cuanto antes nos enfrentemos a esta realidad mejor. Contrariamente, cuanto más tiempo continuemos impulsando prácticas que no logran lo que queremos más difícil será cualquiera transición, o, en otros términos, más brutal será el colapso. Entonces, esperamos que el libro ayude a crear un inicio para que los responsables políticos comiencen a cambiar la conversación sobre lo que se puede y lo que se debe hacer.
Robert Fletcher: Para que la conservación convivencial tenga éxito de manera generalizada se necesitaría más que un cambio de rumbo de los responsables políticos; requeriría la movilización de una amplia variedad de grupos de interés, desde conservacionistas hasta comunidades locales que viven en las áreas criticas para la conservación, así como residentes urbanos preocupados por la biodiversidad, para que todos y todas comiencen a dirigir sus recursos y políticas por direcciones distintas. Y también significaría confrontarse más directamente con otra gama de actores que tienen poca cabida en un mundo convivencial, concretamente los que dirigen y trabajan para grandes compañías extractivas y bajo lógicas que amenazan directamente a la biodiversidad, la vida y la sostenibilidad en todo el mundo. Desde hace un tiempo, la estrategia convencional de la conservación ha sido tratar de asociarse con estas compañías y lógicas intentando hacerlos más sostenibles, y simultáneamente cortejando su financiación para operaciones de conservación. Pero la evidencia demuestra que esta estrategia no funciona en la mayoría de casos. Contrariamente, creemos que es más eficaz centrarse en construir coaliciones que puedan desafiar y controlar a estas empresas y lógicas para crear espacios donde florezcan y se expandan actividades más convivenciales.
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