26-09-2023
Día Mundial del Turismo: ¿inversiones verdes para un mundo en riesgo?
Alba SudEn el Día Mundial del Turismo, 27 de septiembre, la OMT centra su atención este año en las inversiones verdes, que proponen como solución y vía de desarrollo sostenible. Sin embargo, sus apuestas quedan muy lejos de ser soluciones viables ante el actual contexto de policrisis, más bien ahondan en los problemas existentes.
Crédito Fotografía: Greenwashing. Imagen de Brian Yurasits en Unsplash
En el marco del Día Mundial del Turismo, que se conmemora cada 27 de septiembre, para 2023 la Organización Mundial del Turismo (OMT) propuso como lema “Turismo e inversiones verdes”. En su lanzamiento público, lo acompañó de una nota conceptual, “Invertir en las personas, el planeta y la prosperidad”, en la cual propone las inversiones verdes en el turismo como solución y vía de desarrollo sostenible.
Con este planteamiento, la OMT, y a través de ella los capitales turísticos, parece empeñada en mostrar su incapacidad para tomar consciencia de los complicados tiempos que nos toca vivir, donde está en juego una vida digna en un planeta habitable. Ya no valen fórmulas mágicas para salvar una forma de desarrollo basada en el crecimiento infinito en un planeta finito, unos estilos de vida extralimitados y unas sociedades que han de soportar unos grados de desigualdad cada vez más injustos e intolerables.
Queremos exponer nuestra posición frente a esta flagrante falta de responsabilidad, dado que entendemos que la inversión verde no consigue dar respuesta al desafío de la sostenibilidad de la vida, sino que promueve el continuo crecimiento sin aceptar los límites biogeofísicos y sociopolíticos con los que ya estamos topando. Es por ello que proponemos una visión crítica a esta suerte de “capitalismo verde” que promueve la OMT y buscar vías postcapitalistas para el turismo desde el decrecimiento y la conservación convivencial.
El discurso de la OMT
La OMT identifica las inversiones verdes como una solución para recuperar el turismo tras la interrupción en su crecimiento a causa de la pandemia de la COVID-19, y lo argumenta a través de tres áreas de actuación: las personas, el planeta y la prosperidad. Estos términos suenan muy bien, pero en su concreción no ofrecen alternativas que estén a la altura de los retos que tenemos como humanidad.
En cuanto a la necesidad de “invertir en las personas”,enfatiza en la importancia de la educación, especialmente la académica, e incide en el rol de las mujeres en el turismo, que representan el 54 % de la fuerza laboral. La educación y las mujeres juegan un papel crucial y es de elevada importancia incluir la perspectiva de género en la organización del turismo. No obstante, la OMT parece obviar que gran parte del trabajo turístico está totalmente desvalorizado en el sistema capitalista. La inversión, por tanto, no se tiene que centrar exclusivamente en la formación académica de altos cargos o en el emprendimiento de las mujeres. Más bien, los esfuerzos deben dirigirse a superar la desigualdad entre los trabajos de gestión y de base y buscar igualar las condiciones laborales independientemente del nivel empresarial: las horas de una persona que trabaja en la recepción de un hotel valen exactamente lo mismo que las horas de las personas que trabajan en la dirección.
Imagen de Nattanan Kanchanaprat en Pixabay
Así mismo, se da un enfoque productivista a la educación que se propone reforzar, destacando de ella características como la calidad o la competitividad, y deja de manifiesto que su pretendido fortalecimiento implica un ajuste para cubrir las necesidades de las empresas del sector en este escenario de recuperación económica. Nada se menciona de que, ante la huída de habitantes de destinos turísticos durante la pandemia, se registra un importante número de vacantes que han significado aumentar las actividades del personal present y, por tanto, su carga laboral. La formación se pone al servicio del beneficio empresarial y no de la calidad del trabajo y del bienestar de los trabajadores y las trabajadoras.
En referencia a la inversión en el planeta, la OMT nombra a laemergencia climática y plantea una “transformación verde”. No obstante, se limita a la renovación y modernización de los edificios y propone las nuevas tecnologías como solución y oportunidad de inversión. No entra en el rol del transporte aéreo turístico que representa, cuanto menos, el 8 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. La OMT obvia en su nota que las nuevas tecnologías no son capaces de resolver los problemas de disponibilidad de energía y de materiales. Las nuevas tecnologías no los producen, pero los utilizan sin aceptar que son un recurso finito (González-Reyes & Almazán, 2023; Valero & Valero, 2021). En definitiva, no tiene en cuenta los límites geológicos, físicos, químicos y biológicos de este planeta en el cual propone “invertir” y que requieren de un decrecimiento justo del consumo y de la producción.
De este modo, convierte la sustentabilidad en un asunto meramente técnico, consistente simplemente en hacer eficientes sus procesos y ahorrar recursos que a largo plazo significan mejoras en las tasas de ganancias.
Imagen de Chuttersnap en Unsplash.
Finalmente, se promueve la inversión en prosperidad, dando centralidad al “empoderamiento de las mujeres” a través de emprendimientos y “mejores puestos de trabajo” en el sector. Otra vez, como ya observamos arriba, se omite el hecho de que gran parte del trabajo feminizado en el turismo representa los puestos de trabajo más precarios y poco valorados. La propuesta de la OMT no va dirigida a empoderar a estas mujeres y sus puestos de trabajo. Eso representaría darles un rol más decisivo y dotarlas de condiciones laborales que les permitan mantener una vida digna. Empoderar a las mujeres no es darles la oportunidad de representación en los cargos de dirección como lo propone la OMT: es la oportunidad de representación desde la situación y posición actual en la que se encuentran. Es desde aquí que deben poder incidir en las decisiones y políticas empresariales.
Así mismo, plantea el emprendimiento como una herramienta para lograr el empoderamiento de las mujeres, lo que deslinda al Estado de la responsabilidad de garantizar condiciones para una vida digna. Y es que, este escenario, está atravesado por formas de autoexplotación, cargas mentales, dobles jornadas, que incluyen el trabajo doméstico y de cuidados, lo cual se invisibiliza en las posturas institucionales. Esta “inversión” en las mujeres pasa por alto el contexto de violencia que existe en muchos destinos turísticos, y que afecta también de manera significativa a la comunidad LGBTIQ+.
En última instancia, lo que está promoviendo a OMT es normalizar el discurso verde en el turismo como estrategia actual para la reproducción y ampliación de las lógicas del capitalismo. El concepto de inversiones verdes es extremadamente ambiguo y supone la puerta abierta a las prácticas de greenwashing (propaganda engañosa haciendo creer que sus productos o servicios son respetuosos con el ambiente) en un inquietante crecimiento (López y Martínez, 2021). El turismo es una actividad que lucra con la naturaleza y sociedades locales, campesinas e indígenas. Pero eso no significa que la actividad turística esté en manos de las poblaciones locales. En muchas ocasiones, deviene en la privatización de la actividad turística, pero también de los territorios donde se realizan estas actividades. Algunas Áreas Naturales Protegidas se han vuelto cercos verdes de privilegio y estigmatización, donde el conservacionismo se convierte en una herramienta para que clases urbanas adineradas disfrutan de los placeres de la naturaleza mientras las sociedades locales son discriminados por seguir realizando actividades primarias extractivas, pero nutritivas y ancladas en el territorio. La inversión y administración exógenas no benefician a quienes ahí habitan. Aunque algunas personas obtengan empleo en emprendimientos de turismo de naturaleza, al ser empleados obtienen ganancias residuales, apenas para garantizar su subsistencia.
Repensar la inversión verde en el turismo
Desde la perspectiva del decrecimiento y la conservación convivencial (Büscher & Fletcher, 2022) también podemos elaborar una propuesta turística para el planeta. Se basa en desincentivar los viajes de larga distancia y promover las visitas en los entornos de proximidad habituales (Cañada & Izcara, 2021). Esto es, apreciar las naturalezas cotidianas y viajar de manera comprometida para establecer relaciones duraderas con los contextos sociales y ecológicos en los sitios de visita. De esta manera, el turismo puede contribuir a superar la alienación de la producción capitalista y la dicotomía humanidad-naturaleza. También implica hacer nuestros entornos cotidianos más vivibles y amenos y así, integrar las naturalezas humanas y no-humanas. De este modo, las propuestas para las personas y su prosperidad no pueden entenderse separadas de una vida humana que haga las paces con el planeta. En el turismo, en especial, y en la organización social, en general, apostamos por la igualdad, especialmente en los espacios de decisión, sin discriminación por género, etnia o cualquier otra razón.
Imagen de Dean Moriarty en Pixabay.
La propuesta de la OMT sigue instalada en el discurso de producción-consumo que nos ha conducido a la situación actual de crisis ecológica y social. Desde Alba Sud apostamos por romper con este paradigma y reconstruir el turismo desde unas nuevas bases que respondan a las necesidades que el planeta y la humanidad tienen en este “Siglo de la Gran Prueba”, como lo llama Jorge Riechmann, y contraponer una propuesta de transformación del turismo fuera de las lógicas de la reproducción del capital, que pueda asentarse en nuevas perspectivas poscapitalistas en un mundo consciente de sus limitaciones.
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