19-10-2023
Puerto Vallarta: alcance de la precariedad laboral en el turismo
Aurora Ximena Zuloaga | Univ. de GuadalajaraEn Puerto Vallarta, el turismo representa la principal fuente de empleo para la población. Sin embargo, sus condiciones laborales someten a su personal a la precariedad, impactando negativamente en su desarrollo y en el de la sociedad que habitan.
Crédito Fotografía: Malecón de Puerto Vallarta. Imagen de Aurora Zuloaga.
Puerto Vallarta es uno de los destinos turísticos de sol y playa más importantes de México. No obstante, el trabajo en el turismo ha adoptado características que lo llevan hacia el deterioro de las condiciones laborales de su personal: informalidad, flexibilidad, inseguridad, bajos ingresos, carencia de control sobre el trabajo y estacionalidad (Cano, 1998; Rodgers, 1989; Vejar, 2014). En Puerto Vallarta, se reduce la oferta de empleos a ciertas épocas del años, pues depende de la afluencia de personas que visitan el lugar, así como de la demanda de servicios que generan, variando el personal necesario para atender dichos servicios. Esta estacionalidad vuelve los empleos inestables e inmediatos, causando variaciones tanto en la oferta laboral como en el ingreso económico, lo cual frustra la capacidad de planificación a largo plazo del personal del turismo. En consecuencia, la reducción de la oferta laboral incentiva la competencia entre el personal bajo la esperanza de conservar su empleo en temporadas de poca demanda turística. Esto les hace aceptar una carga laboral excesiva y un salario insuficiente para cubrir sus compromisos, permitiendo de esta manera que las condiciones laborales se degraden y se desvalorice el trabajo (Milán et al., 2021). Por otro lado, la baja exigencia en el nivel de instrucción y preparación para desempeñar un puesto vuelve más fácil la rotación de funciones y responsabilidades, exigiéndole múltiples habilidades al personal e incrementando su carga de trabajo. Además, las personas poco calificadas también serán menos exigentes sobre sus condiciones laborales (Sievers & Núñez, 2014).
Puerto Vallarta, ubicado en el Occidente de México en el centro de la Bahía de Banderas, es uno de los principales destinos turísticos del país. El desarrollo turístico de la ciudad dio inicio en la década de 1940 con el proyecto nacional denominado “La marcha al Mar”. Este tenía como objetivo encontrar mejores oportunidades de vida y empleo en las costas. Durante los años 60, mientras el país sufría la pérdida de su fuerza laboral por el alto flujo de migraciones hacia los Estados Unidos, el turismo se posicionó como una importante fuente de divisas, empleo y crecimiento, siendo utilizado como instrumento para impulsar el desarrollo del país (Cárdenas, 2017). En este proceso, el potencial turístico de Puerto Vallarta fue aprovechado para expandir y diversificar su economía (Scartascini & Anaya, 2011). Sin embargo, su crecimiento ocurrió de forma descuidada, concentrando los servicios y beneficios del turismo, tanto económicos como sociales, en la costa, desplazando a la población local a la periferia de la ciudad, dejando pocas oportunidades laborales más allá de los servicios turísticos y apropiándose del medio natural para otorgarle un carácter comercial y económico, dando como resultado un desarrollo desigual de la ciudad y de su población.
La vulnerabilidad de la población y su trabajo
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2021), la población de Puerto Vallarta es de 291.839 personas, de las cuales, el 30,4% es vulnerable por alguna carencia social, como falta de acceso a la seguridad social, a los servicios de salud y elrezago educativo. Las primeras dos son protecciones sociales que se esperarían de un trabajo decente, entendido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como una actividad productiva que garantiza a toda la población libertad, dignidad, equidad, un ingreso justo y condiciones laborales seguras (Somavía, 2014), con lo cual, debería poder resguardar la salud, el ingreso y el bienestar de las personas trabajadoras, contrarrestando ambas carencias sociales. Por otro lado, la tercera corresponde a una de las consecuencias de experimentar precariedad laboral, principalmente debido a la falta de tiempo o de ingresos. Todas estas condiciones mantienen relación con el desarrollo humano de una sociedad. Desde una visión humanista, se entiende al desarrollo como la expansión de las capacidades que tienen las personas para llevar el estilo de vida que desean, así como de las libertades que poseen para ser y hacer aquello que consideran valioso. La capacidad de tener una vida sana y longeva, de acceder al conocimiento y de alcanzar un nivel de vida decente al contar con los recursos suficientes para cubrir necesidades y aspiraciones, son capacidades que, para Amartya Sen (2000), Keith Griffin (2001), Salas-Bourgoin (2014)y otros teóricos del desarrollo humano, le brindan a las personas bienestar y una calidad de vida digna. Sin embargo, para el contexto en cuestión dichas capacidades se ven frustradas.
En Puerto Vallarta el 73% de la población tiene acceso a un servicio de salud (INEGI, 2021), no obstante, esta cifra representa únicamente a los trabajadores formales que cumplen con los requisitos para realizar el trámite administrativo que esta afiliación demanda. Por otro lado, la tasa de informalidad laboral en la región es del 61.3% (Secretaría de Economía, 2021), lo cual significa que más de la mitad de la población trabaja en condiciones que están fuera de los marcos legales y regulatorios, perdiendo la protección y los servicios que la ley proporciona, como lo es el acceso a la atención médica, motivo por el cual la cifra de afiliación a un servicio de salud debe considerarse una aproximación.
Puerto Vallarta. Imagen de Aurora Zuloaga.
La informalidad laboral se ve claramente reflejada en la carencia de un contrato de trabajo y en la vigencia del mismo que caracterizan al empleo en el turismo. Dada la inestabilidad de los empleos, la rotación de personal, la competencia y otros factores ya mencionados propios del trabajo turístico, el personal que carece de un contrato laboral o que renueva el mismo con frecuencia sobrepasa al personal que goza de un contrato fijo. También, debe traerse a consideración el desconocimiento de los derechos y beneficios laborales de aquellos que poseen un contrato, lo cual se convierte en un equivalente a carecer de uno, por el desconocimiento sobre cómo hacerlo válido. Ambas condiciones ponen en riesgo, entre muchos otros factores que harían cada vez más extensos los párrafos, la capacidad del personal de acceder a un servicio de salud, vulnerando su libertad de disfrutar una vida sana y longeva.
No sólo la informalidad, sino también la exigencia laboral, llevan al personal del turismo a desatender su salud, tanto física como emocional. Las largas jornadas de trabajo, la demanda de actividades por realizar, la inmediatez de resultados, el brindar un servicio de calidad, la expansión de las horas trabajadas y la rotación de días asignados al trabajo, por mencionar algunos, tienen efectos directos en el deterioro de la salud física y emocional del personal, a la vez que limitan su capacidad de atender su salud por dedicarse a las demandas de su trabajo. Esta limitación surge del riesgo constante al que se expone el personal de perder su empleo o los beneficios que goza de este, como puede ser la integridad de su ingreso, riesgo por el cual se exponen a condiciones laborales precarias y colocan sus responsabilidades laborales por encima de todo lo demás, incluyendo su salud.
Por otro lado, el grueso de la población de la ciudad tiene como último grado de estudios el nivel secundaria (INEGI, 2021), lo que en México se considera escolaridad básica y esto coincide con la edad legal para empezar a trabajar, que es a los 15 años de edad. El rezago educativo del personal del turismo se ve reflejado en el ya mencionado bajo nivel de exigencia de conocimientos y preparación para desempeñar su puesto de trabajo, ya que se da prioridad a las destrezas y habilidades de las personas antes que a sus conocimientos o antigüedad para realizar sus actividades, como ocurre, por ejemplo, con aquellos puestos que se enfocan en la atención e interacción con el turista, donde las habilidades sociales poseen mayor valor que otro tipo de conocimientos y destrezas. Asimismo, este bajo nivel de exigencia permite que la formación profesional pase a segundo plano para la vida laboral de las personas, al no ser garantía para desempeñar un puesto de mayor rango o con un mayor ingreso, viéndose su capacidad para formarse, prepararse y adquirir nuevos conocimientos poco e incluso nulamente impulsada y procurada, limitando el desarrollo individual.
Además, la crisis económica nacional que vulnera a la población, así como el atractivo que representa el ingreso en el turismo gracias a las propinas que se reciben y la prioridad que se les da a las habilidades y destrezas de las personas para desempeñar un puesto, se convierten en factores que incitan a la población a integrarse a la vida laboral en el turismo antes que continuar con sus estudios, transgrediendo su crecimiento personal y su libertad a la educación. Esto no sólo guarda relación con la capacidad de acceder al conocimiento de las personas, sino también con la capacidad de alcanzar un nivel de vida decente gracias a contar con los recursos suficientes para subsistir.
El 40% de la población vive en situación de pobreza moderada (Sedatu, 2020), lo que significa que sus ingresos no cubren los bienes y servicios necesarios para cubrir sus necesidades básicas y vivir dignamente. Tratándose del personal del turismo, el 75% recibe entre uno y dos salarios mínimos al mes, lo que es un ingreso aproximado de 370 USD, mientras que el gasto promedio mensual en el país para cubrir la canasta básica alimentaria y no alimentaria es de 377 USD (MCV, 2023). Sin embargo, es necesario aclarar que la distancia entre el ingreso y el gasto necesario para proveerse una vida digna no es de 7 USD, sino que se requiere considerar al menos dos elementos en relación con la economía de las personas: en primer lugar, al hacer tal cálculo quedan pendientes otros gastos básicos como lo es el referente a transporte, renta, colegiaturas e incluso enfermedades, accidentes y fondo de ahorro, por mencionar algunos ejemplos. En segundo lugar, es necesario considerar la región a tratar, ya que el costo de vida tiende a ser más elevado en las zonas periféricas del país y en los destinos turísticos, como lo es Puerto Vallarta, por lo cual, si bien el salario mínimo es constante a nivel nacional, el costo de vida no lo es. Por lo tanto, el ingreso que recibe el personal del turismo es insuficiente para asegurar un nivel de vida decente en la ciudad.
Puerto Vallarta. Imagen de Aurora Zuloaga.
El ingreso del personal del turismo se complementa con las propinas que reciben de los turistas. El atractivo ya mencionado que prometen las propinas se refiere a que estas llegan a representar un ingreso mayor que el propio salario, permitiéndole al personal asegurar sus compromisos económicos y acercarse a una vida decente a pesar de la ausencia de un contrato o de recibir un salario mínimo. La dependencia a las propias para obtener un ingreso digno es característica de la precariedad laboral, ya que someten al personal a un ingreso que es inseguro e inestable, pues se ven influenciadas por muchos factores, como lo es el puesto mismo y los acuerdos que se tengan para distribuirlas entre los compañeros. Por ejemplo, tanto en hotelería como en restaurantes, los puestos de meseros y cocineros son acreedores de propina, pero es en la ciudad es habitual que los primeros reciban una mayor proporción que los segundos, así como también es común que a los primeros se les establezca una cuota para que sus demás compañeros reciban una parte de las propinas que los clientes les dan y que cuando esta cuota no es cumplida, el mesero deba complementarla con su propio salario, volviendo su ingreso aún más inestable y dependiente.
Otro factor muy importante es que las propinas también varían según el desempeño laboral, es decir, el qué tan bien realicen su trabajo, inclinando al personal a adoptar actitudes y realizar acciones que se centran en la satisfacción tanto del turista como de sus superiores, incrementando, por ejemplo, la carga de trabajo y tolerando actitudes inapropiadas o injustas. Igualmente, es necesario considerar tanto la variación que sufre la demanda turística en el año y por la cual existen periodos en los que se recibe mayor o menor propina, así como las costumbres, cultura y juicio del propio turista que lo llevan a dar o no una propina a aquellos que le están atendiendo. Por ello, si bien estas se convierten en un atractivo para dedicar la vida laboral al turismo, el ingreso que generan no es fijo ni constante, con lo cual, la capacidad de las personas de contar con los bienes y recursos que le permitirán vivir dignamente queda vulnerada por la flexibilidad de su salario, es decir, por la precariedad laboral.
Un deseo de desarrollo
Si bien el ideal turístico se impulsó como una oportunidad para el desarrollo de la ciudad y de la población, dicho ideal fue absorbido por los interés comerciales y económicos que transformaron las prácticas del turismo hasta alejarlo del desarrollo social y acercarlo al crecimiento empresarial, excluyendo a la población local de los beneficiaros y particularmente, al personal que hace posible el servicio turístico.
La precariedad laboral que se experimenta en el turismo tiene efectos negativos para el desarrollo individual pero también social, pues las repercusiones en la salud, el conocimiento y la calidad de vida de una persona recaerán asimismo en la comunidad de la que forma parte, en la cual se desenvuelve y, al igual que en el trabajo, desempeña un rol y una función. Por lo tanto, el peso de la precariedad recae sobre la vida completa de las personas y no únicamente sobre sus condiciones laborales, pues ya sea que se trate del personal de hotelería, de restaurantes o de tours de la ciudad, así como de puestos de contacto directo o indirecto con el turista, la incapacidad de acceder a un servicio de salud significa también su limitación para proveer atención médica a su familia; así como la inestabilidad en el ingreso se refleja en la incapacidad de cubrir los gastos y atender las necesidades familiares, como lo es comida, educación, servicios e incluso actividades recreativas que nutren el bienestar de las personas y mejoran su calidad de vida.
Por lo tanto, si bien el turismo en Puerto Vallarta comenzó con un deseo de desarrollo y la ciudad logró posicionarse como uno de los principales destinos turísticos del país, y su principal fuente de empleo (Secretaría de Turismo, 2020), el crecimiento turístico que experimenta la ciudad no es sinónimo de un desarrollo para sus habitantes, ni de una mejora en su bienestar y calidad de vida. Por el contrario, coloca tanto a su personal como a la población misma en una condición de incertidumbre, desprotección y vulnerabilidad. Por ello, la precariedad laboral en el turismo representa una contracción de las capacidades de las personas, vulnerando su libertad para llevar la vida que desean y aspiran vivir y con ello, su desarrollo.
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