22-02-2024
¡Comeremos turistas!
Rafael Borràs | Alba SudVivimos días de movilizaciones campesinas y ganaderas. Son semanas de malestar y enfado del campo. Hay muchos campos, malestares, y enfados.
Crédito Fotografía: Encontrada en redes sociales, sin identificar.
Vivimos días de movilizaciones campesinas y ganaderas. Son semanas de malestar y enfado del campo. Hay muchos campos, malestares, y enfados. No es lo mismo la movilización de la agroindustria neoliberal y negacionista de la emergencia climática acelerada, que la de la Red de Campesinos Ecológicos de las Baleares, o la de los firmantes del Manifiesto: "¡Por una Mallorca agroecológica y campesina!". Nada tienen que ver las movilizaciones empresariales agrarias y ganaderas contra los aumentos de los últimos años del Salario Mínimo con las de, pongamos por el caso, las compañeras de “Jornaleras de Huelva”. Malestares plurales con comunes denominadores en las urgencias, y, también, con disputas estratégicas. Mínimos denominadores y disputas estratégicas que no son exclusivamente sectoriales. Los asuntos de quienes nos alimentan problematizan al conjunto de la ciudadanía.
Por supuesto que hay problemas urgentes a resolver. Por ejemplo, desburocratizar, hasta donde se pueda, para no transitar hacia una posibilidad de fácil descontrol de dinero público, o adoptar medidas para hacer frente a la sequía ya existente y a las futuras, o intervenir los precios de los productos del campo para recortar la impresionante brecha entre lo que cobran los campesinos, campesinas, ganaderos y ganaderas, y aquello que pagamos los consumidores y consumidoras. Dicho sea de paso, la intermediación especulativa de los productos de alimentación (especialmente los de agricultura, ganadería y pesca) es un auténtico "fallo de mercado", y, como tal, generador de problemas. Los teóricos del liberalismo clásico se pondrían las manos en la cabeza ¿Recuerdan que la defensa del "mercado" para solucionar problemas y nunca para generarlos es cosa del liberalismo ilustrado? ¡El neoliberalismo inculto es otra cosa!
Retornando a los problemas urgentes, por supuesto que el uso de productos fitosanitarios tendría que tender a cero, y, mientras tanto, su uso nunca jamás puede continuar siendo un factor competitivo. Desgraciadamente, la potenciación de verdad del producto local -y de su consumo público (hospitales, colegios, residenciadas de mayores, etc.)- es todavía una asignatura pendiente. No se pueden seguir turistificando, encimentando, e industrializando con parques fotovoltaicos los espacios agrícolas y ganaderos. Se tiene que acabar ya con los "productos competitivos con sello de conculcación de los derechos humanos y manchados de sangre", como, por ejemplo, los que dicen ser de Israel, y, verdaderamente, son de la Palestina ocupada y masacrada, o los que llevan etiqueta de procedencia del Marruecos, pero en verdad proceden del Sáhara Occidental ilegalmente ocupado por el reino alauita. El campesinado y la ganadería de las Islas Baleares tienen que dejar de estar maltratadas por la UE con el reconocimiento de la insularidad... Son tantas las urgencias que no acabaríamos nunca.
Font: encontrada en redes sociales, sin identificar.
Ahora bien, en torno a los malestares del campo conviene tener presentes algunas cuestiones en clave –en mi opinión- de estrategia emancipadora: i) La necesaria (des)privatización de las grandes existencias globales de alimento y la radical revisión de los tratados de libre comercio. Esto es lo que reivindica el Movimiento Campesino Internacional "La Vía Campesina" que, justamente, convoca del 26 a 29 de febrero una Semana de Movilización contra la Organización Mundial del Comercio (OMC). Añadámosle la oposición alacuerdo UE-MERCOSUR. ii) El riesgo de mantener la connivencia en democracia para afrontar los retos de lo que queda de siglo XXI. La extrema derecha sabe lo que quiere. Los demócratas tenemos demasiadas dudas –y disensos- entorno de la posibilidad de la alternativa programática agroecológica y del bien común en materia alimentaria. Conviene hilar fino puesto que la extrema derecha no son solo las astracanadas bolsonaristas, trumpistas, o de Vox. Hay mucha extrema derecha camuflada. En 2020 Naomi Klein ya apuntaba que "lo único más siniestro que un movimiento racista de extrema derecha que niegue la realidad del cambio climático es otro que no la niegue". Atención, pues, a las potencialidades involucionistas en términos civilizatorios en torno a los malestares de quienes nos alimentan.
En cualquier caso, además del apoyo a las justas reivindicaciones del campesinado internacional y local, desde posiciones democráticas emancipadoras hay que imaginar alternativas a la Lex Mercatoria, es decir, al muy neoliberal Derecho Comercial Global que rige los asuntos del sector primario. Dicho en otras palabras, es urgente articular políticas aplicables que enfaticen de verdad la esencialidad de quienes nos alimentan e impulsar transiciones para sostener la vida. En caso contrario solo las élites se alimentarán como es debido, y, las clases subalternas, como se dice en una fantástica fotografía -de autoría por mí desconocida- que estos días ha circulado bastante por las redes sociales, "comeremos turistas".
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