09-04-2024
Turismo comunitario y conservación ambiental
Gema Martínez-Gayo | Alba SudLas actividades turísticas se relacionan estrechamente con el territorio donde se desarrollan y pueden llegar a causarle efectos negativos. Pero ¿podemos considerar que el turismo comunitario ha logrado paliar estas consecuencias y conservar su entorno?
Crédito Fotografía: Wei86_Travel en Pexel.
La conservación ambiental ha sido abordada de distintas formas a lo largo del tiempo, del lugar o de las metas que se querían alcanzar. Así, pueden encontrarse casos en los que directamente se excluye de las áreas protegidas a la población local y otras en las que se planea integrar a la comunidad en los proyectos. En este último caso, en el que la participación social y la conservación van de la mano, se han intentado implementar prácticas más respetuosas con el ambiente e incorporar labores de agricultura y distintos tipos de turismo, como el de naturaleza (Reyes Narváez et al., 2023) o el turismo comunitario. No obstante, se puede decir que tanto los objetivos iniciales, como la participación lograda, las motivaciones de la población o los resultados obtenidos varían mucho de unas experiencias a otras (Reyes Narváez et al., 2023).
Turismo comunitario y medioambiente
Los efectos dañinos del turismo en el medioambiente, aunque diversos en extensión e intensidad, pueden llegar a ser graves. Este produce habitualmente el incremento de los desechos y la contaminación, la erosión de la tierra o el agotamiento de recursos naturales por su uso inadecuado, lo que acaba por amenazar el ámbito del que depende, en gran medida, la propia actividad turística (Lara Vásconez et al., 2021). Por ello, una de las principales dudas o críticas a la hora de implantar un proyecto de turismo comunitario, especialmente en ámbitos rurales, es precisamente el posible daño ambiental que puede llegar a ocasionar (Vallejo y Llugsha G., 2023).
Imagen de Alba Sud.
El turismo comunitario, el turismo de naturaleza, el de aventura, el ecoturismo o el turismo rural muchas veces aparecen entremezclados y, a la vez, englobados en lo que suele denominarse “turismo alternativo”, por lo que presentan determinadas características comunes como son la fragilidad y necesidad de protección en los ámbitos social, cultural y medioambiental (Sánchez Jasso y Cebrián Abellán, 2015). En concreto, el Turismo comunitario es un modelo de gestión del turismo que se basa en la participación de la comunidad y donde esta ejerce, al menos, una parte del control sobre la actividad y los beneficios obtenidos. Además, las personas visitantes podrán conocer la cultura y costumbres locales, así como su modo de vida y el marco natural de estas zonas. Esto supone que la propia comunidad puede servirse del turismo para intentar mantener su ecosistema libre de otras tareas que realizan una explotación excesiva de sus recursos y detener la deforestación, lo que favorecería la conservación (Lara Vásconez et al., 2021). Esto supone alejarse de los efectos que, muchas veces, el turismo tradicional ha tenido sobre la transformación del contexto, las condiciones de trabajo o el desplazamiento de la población de sus territorios y proponer opciones que sean más respetuosas con el hábitat y la sociedad (Palomino Villavicencio et al., 2016).
Así, el turismo comunitario, al menos en sus ideales, otorga una especial importancia al hecho de proteger el medioambiente e intentar minimizar los efectos negativos de las actividades económicas desarrolladas (Raza-Carrillo y Acosta Plazas, 2023). Diversos autores destacan que el lograr que la actividad turística no perjudique al entorno es básica, ya que de la sostenibilidad de este depende, en gran parte, el poder continuar (Vallejo y Llugsha G., 2023). También, que para alcanzar esas metas y aprovechar esas ventajas, se deben planificar las iniciativas adecuadamente y estar centradas específicamente en las necesidades de cada caso concreto (Calderón Fallas, 2017; Guereña, 2006).
Turismo comunitario y conservación en Ecuador
Ecuador es un país donde existen diversas propuestas de turismo comunitario y, además, muchos de ellas han sido objeto de estudio. Por ejemplo, el desarrollado en Yunguilla donde unas ayudas de una Organización no Gubernamental (ONG), en el año 1995, se destinaron a actividades que permitieran la conservación de la biodiversidad. A lo largo de los años instalaron un vivero comunitario con especies autóctonas, se recolectaron semillas y se intentó la regeneración de frutales. Se llevaron a cabo acciones formativas para su manejo y cuidado de plantas del vivero, pero la ciudadanía considera que su mantenimiento es complejo y muy dependiente de las condiciones climáticas (Riza-Carrillo y Acosta Plazas, 2023). En temas de gestión de residuos se favoreció las capacitaciones y se instalaron contenedores de basura por el incremento de afluencia de personas por la actividad turística. Se puede decir que el proyecto turístico contribuyó a la conservación al frenar la tala de bosques y su recuperación, también por la aplicación de estrategias formativas y de comunicación sobre la protección ambiental y la concienciación de la comunidad que realiza controles para evitar la caza ilegal. No obstante, la falta de alcantarillado público crea dificultades y no se ha solucionado. Por otro lado, el aumento de turistas presenta amenazas a la conservación del ecosistema, al incrementarse los residuos generados, la contaminación o que algunos de los animales del entorno acaben por emigrar (Riza-Carrillo y Acosta Plazas, 2023).
York Neudel (2015) también realiza una investigación en la zona de Yunguilla, donde describe las diversas alternativas planteadas a los ingresos procedentes de la venta de carbón y madera. Para ello, se crearon huertas, fábricas de productos lácteos, viveros y actividades de turismo comunitario con la idea de diversificar y no ser demasiado dependientes de una sola actividad. El turismo facilitó el programa de reforestación y cumplió su objetivo de disminuir la tala, al igual que lo hicieron las labores agrícolas y ganaderas. No obstante, tuvo problemas por la dependencia inicial de la ayuda internacional, que lograron superar. Y, más recientemente, también genera incertidumbre el poco interés mostrado por la gente más joven respecto a las ocupaciones que no son turísticas puede suponer un reto para el modo en que se ha desarrollado el turismo hasta el momento (Neudel, 2015).
Imagen de Alexander Fox/Planet Fox en Pixabay.
Con objetivos similares nació El Centro de Turismo Comunitario Chiriboga, para buscar opciones a la situación de las actividades tradicionales de ganadería y agricultura, así como para evitar el corte ilegal de árboles en la zona. Entre los beneficios detectados podemos encontrar una mayor limpieza y la mejora en la recogida de basura, la implementación de prácticas de reciclaje o el uso de abonos libres de químicos. No obstante, la instalación de paneles solares no ha tenido el efecto deseado a la hora de producir una energía más limpia, pues únicamente una parte de los instalados siguen en uso por el escaso mantenimiento. Otro reto es el de implementar acciones efectivas que impidan la tala ilegal ya que la falta de escrituras legalizadas sobre la tierra, de muchas familias, dificulta su defensa (Vallejo y Llugsha G., 2023). En la zona Amazónica del país se han detectado algunos efectos negativos de la aplicación del turismo comunitario en el ámbito medioambiental. Especialmente aquellos relacionados con la incorporación de infraestructura, edificios y carreteras, que han supuesto una pérdida del hábitat natural (Lara Vásconez et al., 2021).
Ordoñez Sotomayor y Ochoa Cueva (2020) centraron su análisis en el cantón de Saraguro, una zona dedicada principalmente a la producción agropecuaria, en manos de pequeños propietarios, que comercializaba productos agrícolas, cárnicos y lácteos. La actividad turística comunitaria se orientó tanto en crear una relación entre la comunidad y las personas que la visitaban como para salvaguardar los recursos naturales de la zona. Junto con estos aspectos positivos, detectaron que a pesar de que las comunidades de la zona no se mostraban abiertamente contrarios al turismo, lo cierto es que no estaban totalmente satisfechos con el escaso control y regularización de los usos de la tierra, su impacto ecológico y consideraban que debería reforzarse las acciones educativas que favorecieran una gestión ambiental más global en la zona (Ordoñez Sotomayor y Ochoa Cueva, 2020).
Áreas naturales protegidas y Reservas de la Biosfera
En el caso de México, Maxime Kieffer (2019) describe cómo las experiencias de turismo comunitario en el ámbito rural, y también a menudo en zonas indígenas, coincidieron con el desarrollo de políticas públicas que buscaban la conservación de los recursos naturales y su utilización de manera sostenible. En algunos casos ello derivó en la creación de áreas naturales protegidas o en la aplicación de programas destinados a la conservación a través de la aplicación de proyectos turísticos en esas zonas rurales. Las razones fueron variadas, pero la protección de las especies autóctonas o de los ecosistemas como pueden ser bosques, manglares o desiertos, serían respuestas comunes. El turismo rural comunitario parecía ofrecer soluciones adecuadas al considerarse que sería respetuoso con el entorno, causaría menor impacto y se integraría mejor en la zona. El análisis del autor concluye que, aunque este tipo de iniciativas suelen presentarse como soluciones para disminuir la presión ambiental, lo cierto es que no hay suficientes pruebas concluyentes de ese impacto positivo para logar la conservación, al menos por sí solas (Kieffer, 2019).
Además, el establecimiento de estas áreas protegidas no ha estado exenta de problemáticas. En zonas rurales de México, la creación de un área protegida ha sido considerada, en ocasiones, como una acción gubernamental destinada a despojar a las comunidades campesinas de los recursos. Esto se debe a que muchas veces la decisión ha sido tomada exclusivamente por las autoridades sin llevar a cabo procesos de integración de la ciudadanía, la gestión no siempre se adaptaba a las especificidades del lugar o, incluso, no se tenía en cuenta que dentro de una población podían existir valoraciones e intereses diversos respecto a la conservación (Reyes Narváez et al., 2023).
Spencer Wing en Pixabay.
En el caso de la Reserva de la Biosfera de Sumaco (Amazonía ecuatoriana), se han observado algunos efectos positivos de las actividades turísticas comunitarias como la mejora de la conservación del bosque frente a la deforestación, un mayor control de las fuentes de agua, la apropiación del territorio por parte de la ciudadanía, así como un aumento de la implicación en el cuidado del ecosistema (Guijarro et al., 2018). No obstante, parece que la satisfacción de la comunidad respecto al turismo comunitario se basa primordialmente en los beneficios económicos más que otros intereses como los culturales o ambientales, lo que es congruente con otras investigaciones de esta temática. Han surgido otra serie de problemáticas que generan incertidumbre como la disminución del valor asignado a la cooperación y reciprocidad, que son el pilar de la participación comunitaria, así como el avance de la minería y la existencia de cierta competencia desleal de precios bajos en zonas cercanas (Guijarro et al., 2018).
Retos del Turismo Comunitario en conservación ambiental
Las investigaciones llevadas a cabo sobre la influencia del turismo comunitario en la conservación muestran que las ventajas señaladas por la teoría no siempre se materializan. Este puede resultar beneficioso a través de la disminución de la explotación de los recursos naturales de la zona, la revalorización de los saberes tradicionales o un incremento de la conciencia ecológica. Pero también, son señalados aspectos negativos como el aumento de la afluencia turística que puede llegar a crear dudas respecto a la decisión de optar por incrementar el beneficio obtenido, a través de una mayor llegada de visitantes, o aplicar límites a este crecimiento y favorecer la conservación (Guijarro et al., 2018).
El Turismo comunitario puede ofrecer soluciones más respetuosas con el medioambiente, y su conservación, que el turismo tradicional. Su preocupación por el entorno, del que depende en gran medida, y la implicación y colaboración de la ciudadanía pueden suponer un estímulo para lograr recuperar y preservar su entorno, a la par que se desarrollan labores que permiten la supervivencia. No obstante, existen diversos retos que debe afrontar esta actividad si quiere conseguir sus objetivos. De los ejemplos mostrados, podemos extraer que ha permitido diversificar las actividades desarrolladas o frenar otras que agotaban los recursos naturales, como la tala. No obstante, esto no se ha logrado en todas las experiencias debido a problemas específicos como el régimen de tenencia de la tierra y las dificultades, o el escaso interés, estatales por modificar esta situación. Relacionado con esto último, la acción gubernamental, también está el considerar que todos los proyectos son iguales, la falta de monitoreo o ayuda a través del tiempo, la escasa formación impartida para el desarrollo de determinadas propuestas y el no tener en cuenta a la ciudadanía al implementar estos planes. Es por ello, que puede concebirse al Turismo comunitario como una ayuda para la conservación ambiental en determinados casos, pero siempre tener presente que no puede ser la única medida, que las autoridades deben consultar e integrar a la ciudadanía y apoyarla en el proceso y, especialmente, que cada iniciativa debe adaptarse a cada caso particular.
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