23-09-2024
Turistificación y deterioro de la salud mental
Rafael Borràs | Alba SudDel 10 al 13 de septiembre se celebró en Cádiz un encuentro de las sociedades española y portuguesa de epidemiología en las que se llamó la atención en esta relación entre turistificación y salud mental de las poblaciones residentes en áreas con mayor presión turística.
Crédito Fotografía: Rafael Borràs.
Parece que es imparable la visibilización de los nefastos efectos de la turistificación sobre las poblaciones que sufren -¡que sufrimos!- este modelo que ha transformado nuestra realidad socioespacial como consecuencia de un crecimiento de las actividades turísticas que, bajo la hegemonía del capital, hace que toda la vida económica y social se vea subordinada a éstas, desplazando otras necesidades y usos. Turistificación, que no es lo mismo que saturación turística. Lo primero es la causa, lo segundo una consecuencia, probablemente la más llamativa. En cualquier caso, procede hacer la precisión, recordando que, según la sabiduría popular china, "quien no sabe contra quien lucha no puede ganar".
En el actual "momentum in crescendo" de expresión, mediante la amplía movilización social, de los malestares sociales causados por esta turistificación o "capitalismo de todo turismo", hay tres aspectos de especial relevancia y que, dicho sea de paso, no han faltado en ninguna de las convocatorias, manifiestos, declaraciones, consignas, pancartas, etc. de las mencionadas movilizaciones: la insostenibilidad ecológica de un modelo sin decrecimiento; la negación del derecho de todos y todas a una vivienda digna que provoca la turistificación, especialmente desde la eclosión del alquiler turístico legal e ilegal (vean aquí un excelente artículo del profesor Albino Prada que explica la relación entre presencia de vivienda turística y precio de los alquileres para residentes permanentes o estacionales por razones de trabajo); y las precariedades laborales asociadas al modelo de turistificación, que, en un porcentaje muy elevado, devienen vitales al convertir a personas trabajadoras en pobres.
La pobreza laboral es una cuestión esencial en el contexto de la lucha contra la turistificación y sobre la que no se ha puesto bastante el foco hasta hace poco. En la disputa entre el constructo ideológico del "vivimos del turismo" y el contrahegemónico "malvivimos del turismo", todavía hablamos de precariedades laborales turísticas como si estas fueran, más o menos, las mismas que las del siglo pasado, similares a las de antes del capitalismo de plataforma, de franquicia, de financiarización de la planta hotelera, etc. Hace falta, en mi opinión, un cambio discursivo: buena parte de los trabajadores y trabajadoras del turismo forman parte de las legiones de trabajadores y trabajadoras pobres que, en el Reino de España en 2023 ya eran el 14% del total de la fuerza de trabajo, según datos de Eurostat. Es cierto que los datos de la oficina estadística de la UE son consecuencia de una definición tan restrictiva de pobreza laboral como discutible [1]. Aún más, la ausencia de datos regionales y sectoriales es del todo intolerable.
No me extiendo más sobre este asunto que, avanzo, será el tema de mí próxima colaboración con Alba Sud. Sin embargo, dejadme decir dos cosas: 1) en las Islas Baleares -desde donde escribo y donde se da una situación técnica de casi ausencia de paro- ya hace tiempo que no se puede hablar rigurosamente de esta situación de "pleno empleo" sin precisar que lo es en un contexto de creciente pobreza laboral. 2) Si se supiera oficialmente cuánta pobreza laboral genera el turismo se deconstruirían algunos mitos.
Ahora bien, en los malestares que comentamos hay otras de causas, como por ejemplo las asociadas a la disputa entre deseo postcapitalista y deseo turbocapitalista turistificado. Dicho de otra manera, los malestares son también consecuencia de la confrontación entre el derecho a los legítimos deseos de los y de las residentes -de los "grupos subyugados", que diría Mark Fisher-, y los deseos de los turistas. A modo de ejemplo, en Mallorca ha surgido el movimiento #OcupemLesNostresPlatges (Ocupemos Nuestras Playas) que confronta el derecho a disfrutar por parte de los residentes de los bienes naturales con la privatización de hecho de estos bienes comunes. Privatización que, no se puede olvidar, es un elemento sustancial de la turistificación. En esta reivindicación de lo común que hace #OcupemLesNostresPlatges, hay mucho más de anticapitalismo que de interesadas y complicadas elucubraciones de, pongamos por caso, Jean-François Lyotard en su libro "Economía libidinal" que, justamente este año, cumple el quincuagésimo aniversario de su publicación.
En cualquier caso, lo cierto y seguro es que el sólido trípode que explica la profundidad y masividad de los malestares y las movilizaciones (en el caso de las Baleares el círculo de movilizaciones veraniegas se cerrará con manifestaciones en Ibiza y Formentera el 27 de septiembre) son las preocupaciones relativas a ecología-cambio climático (no en balde las Baleares son el segundo lugar del mundo que más emisiones de carbono emite después de Qatar), vivienda (que de un derecho se ha convertido en la principal causa de exclusión y vulnerabilidad social), y malas condicionas de trabajo (que ha dejado de ser cierta garantía de integración social).
Pero atención: en la ciudad andaluza de Cádiz, del 10 a 13 de septiembre, se ha celebrado el encuentro anual de las Sociedades Española y Portuguesa de Epidemiología, y la ciencia empieza a evidenciar que la epidemia de la turistificación tiene, a la vez, efectos en la salud mental de las poblaciones residentes turistificadas. El presidente del comité organizador del evento científico ha afirmado que "la salud mental, se ve afectada por factores externos que desequilibran la estabilidad de las personas, como pueden ser los casos de la gentrificación y la turistificación de las ciudades”. En el encuentro de Cádiz los técnicos y las técnicas en epidemiología también han puesto en evidencia que "además del encarecimiento del día a día y la expropiación de los espacios públicos, la gentrificación y el turismo masivo deterioran la salud de los vecinos de algunos barrios, que están atravesando 'como un proceso de luto' que los llena de tristeza, estrés, insomnio y problemas de salud mental".
Esta noticia del encuentro de la ciencia epidemiología, y, especialmente, sus investigaciones sobre la relación de la turistificación y el empeoramiento de la salud mental, no tendrían que pasar desapercibidas en la lucha para cambiar el rumbo del modelo económico y social de Mallorca, de las Islas Baleares y Pitiusas en conjunto, y de todos los lugares que sufren la plaga de la turistificación. Durante los años de la austeridad suicida impuesta por la troica de la UE, teníamos razón al afirmar que "la austeridad mata".
Quizás, pues, ha llegado la hora de sostener que la turistificación mata. Y, consecuentemente, que es más urgente imaginar escenarios de turismo alternativos. Es decir, nos conviene tener presente aquella idea que se puede intuir en el libro de Mark Fisher del "Comunismo ácido": la negatividad y la crítica destruye lo que es viejo, pero, por más sólida, rigurosa y justa que sea, ya no produce lo nuevo.
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