19-11-2024
Margalida Ramis: “No nos molestan los turistas, el malestar es por la turistificación”
Raül Valls | Alba SudConversamos con la portavoz y presidenta del GOB sobre la historia de las Islas Baleares, el malestar por la turistificación, las movilizaciones sociales y de las expectativas por nuevo comienzo en un escenario postcapitalista.
Crédito Fotografía: Margalida Ramis. Fuente: GOB Mallorca.
En estos momentos, Margalida Ramis es presidenta, portavoz y responsable de campañas y de incidencia política del GOB Mallorca, una histórica entidad ecologista. Como muchas, nació con el espíritu del ecologismo más conservacionista y ha ido evolucionando hacia el ecologismo social y político. Por lo tanto, de la defensa de espacios naturales amenazados a una visión que impugna un modelo de desarrollo que está ultrapasando los límites planetarios y que plantea la necesidad y propone las bases para una transición ecosocial. En este proceso el turismo se ha convertido, en muchos territorios, pero especialmente en las Islas, en un factor de extralimitación al cual en los últimos años estáis poniendo el foco.
¿Nos puedes explicar esta evolución del GOB?
El GOB nace el 1973. 50 años de historia que corren paralelos a los que han sido también de la intensificación y consolidación de un modelo de especialización económica basado en el monocultivo turístico. Todo ello en un contexto muy concreto que es el de la insularidad. Este proceso tiene su origen en el periodo de la dictadura franquista con las políticas de apertura económica de principios de los 60. Estamos hablando de una apuesta política y económica que tenía como principal activo el mismo territorio y sus valores naturales, que no requería mano de obra especializada y que pretendía que las islas se convirtieran en el espacio de vacaciones de una parte de Europa. Llegada la democracia y después de las primeras grandes inversiones, como, por ejemplo, la primera autopista, la del aeropuerto, financiada por el Banco Mundial, se siguieron impulsando las políticas necesarias para ir consolidando este modelo de especialización económica. Así, las políticas territoriales y las sectoriales, vinculadas a la construcción de infraestructuras y gestión de los recursos, se fueron enfocando cada vez más a facilitar el desarrollo y la expansión de este modelo.
La historia del ecologismo en las islas es la historia de la articulación y la movilización social contra los impactos territoriales, y la sobreexplotación de los recursos que implicaba la implementación de la Mallorca turística.El trabajo académico del catedrático de geografía en la Universitat de les Illes Balears, Onofre Rullan, caracterizó este desarrollo con el que él denominó los tres «booms» turísticos. Así, relacionó la evolución del incremento del número de pasajeros y plazas turísticas con tres impulsos (como salidas de diferentes crisis) a la inversión y el desarrollo de infraestructuras que caracterizaban los tres impulsos de la colonización territorial de la industria turística. Primero fue la de "sol y playa" y se centró en los espacios litorales y en la construcción de hoteles y las primeras grandes infraestructuras para impulsarlo, después una segunda hizo hincapié en las segundas residencias, con el despliegue de grandes urbanizaciones ubicadas en lugares de gran valor paisajístico. Ante estos "impulsos" la sociedad iba reaccionando. Y de esta segundo tenemos un ejemplo el 1991 con la aprobación de la ley de espacios naturales que era una ley urbanística para evitar la construcción y urbanización de los espacios naturales. Durante años, por lo tanto, podemos hablar de un ecologismo centrado en campañas específicas para salvar lugares determinados y amenazados. Al que llamamos un "ecologismo toponímico", los populares "salvemos..." la reacción de los cuales iban generando diferentes figuras de protección sobre lugares concretos. Un tercer impulso es el que desde la diversificación de la oferta (turismo enológico, espiritual, etc.) entra en los espacios más rurales, apartado del turismo masivo, que caracterizaba el sol y playa inicial, y en busca de una supuesta "autenticidad" y singularidad.
Ahora ya estaríamos de pleno en un cuarto boom, donde con el estallido del capitalismo de plataforma, el turismo ha entrado directamente dentro de nuestras propias casas y ha extendido este proceso de colonización a cualquier espacio, físico y temporal, de nuestra realidad cotidiana. Esto ha supuesto la movilización de todas las políticas públicas a su favor y consecuentemente que gran parte de las inversiones se hayan puesto al servicio de estos procesos que hoy ya denominamos de "turistificació".
Ante esto el ecologismo ha ido reaccionando a cada proceso de transformación o infraestructura concreta que se impulsaba para alimentar el modelo, pero mientras tanto este se iba consolidando de forma implacable. Esto ha hecho que el movimiento haya tenido que encontrar una conciencia más amplia de las raíces de la problemática y superar las luchas más concretas y locales a pesar que estas se siguen manteniendo, como no puede ser de otro modo, para englobarlo dentro de unas reivindicaciones de cambio de un modelo que coloniza todo el territorio y lo pone – territorio y personas – al servicio de sus objetivos plenamente capitalistas, de reproducción del capital turístico. Así las reivindicaciones de defensa del territorio, protección de los espacios naturales, los recursos y la biodiversidad, confluyen con las luchas por el acceso a una vivienda digna ante el drama habitacional derivado de la mercantilización turística de las viviendas y la especulación urbanística-inmobiliaria que acompaña todo el proceso. También confluyen con la lucha contra la precarización de las condiciones laborales de las trabajadoras y trabajadores del sector turístico, o de los servicios públicos desbordados durante la temporada turística. Es así como el ecologismo transciende la mirada conservacionista para asumir un discurso social y político de análisis crítico de las consecuencias del modelo económico y social actual y plantea a la vez, las alternativas políticas para una verdadera transición ecosocial en un contexto fuertemente marcado por la crisis ecológica global, y concretamente la crisis climática, que en nuestra situación insular tiene y tendrá impactos significativos.
Esta evolución que nos explicas es muy interesante y, con diferentes velocidades y maduraciones, se da en otros movimientos ecologistas que pasan de la concreta “defensa del territorio” y de los emblemáticos “salvemos” a unas visiones más “sistémicas” y a incorporar elementos de crítica social. No solo protección del paisaje y de los valores naturales sino abordar las consecuencias que este modelo tiene sobre las personas que los habitan. ¿Esta nueva visión ha generado conflictos dentro de las organizaciones ecologistas?
Nos encontramos en un momento de consolidación absoluta del modelo económico y social de especialización turística. ¿Qué quiere decir esto? Que ya no se trata tanto (que también) de impulsar el despliegue territorial que este necesitaba (puertos, aeropuertos, carreteras, autopistas, urbanizaciones, hoteles, desaladoras, centrales, gasoductos, etc.) y que es el que sustentó la oposición de los «salvemos», sino que ahora ya, una vez el modelo consolidado, lo que hace es reforzarse más. ¿Y cómo? Ampliando las infraestructuras y ocupando espacios donde no había entrado la actividad turística. Pero también inoculando sutilmente la perversa idea que todo el mundo se va enriquecer del “pastel” turístico.
Para poner un ejemplo: el suelo rústico (o agrario), en Mallorca y Pitiusas es un suelo edificable y que, aparte de destinarse a usos residenciales (y por tanto, especulativos) está sometido a constantes presiones de terciarización y de la posibilidad de destinarse a usos y actividades que no le son propios y que van mayoritariamente ligados al modelo de especialización turística: campos de golf, viviendas turísticas, parques temáticos, agroturismos, turismo rural, etc. Ahora, además, determinados usos industriales que tienden a las configuraciones macro que exige el rendimiento capitalista se han añadido al baile. Como la proliferación de macroparques solares. Esta desconfiguración gradual del suelo rústico que tendría que ser preservado a los usos del sector primario y blindado ante dinámicas extractivistas, urbanizadoras y turistificadoras, se defiende desde el ecologismo poniendo de relieve los valores naturales que obviamente tiene, pero no solo. Se defiende también en el marco del relato contra la turistificación y por la diversificación de la producción económica que necesitan las islas para plantear escenarios de futuros posibles. Esta destrucción constante y silenciosa de un suelo con tanto valor para la soberanía y seguridad alimentaria de un contexto insular requiere una alianza entre el ecologismo y el mundo de la agricultura. Esta se ha conseguido sobre todo con el sector agroecológico, pero de momento no ha sido posible con los agricultores que siguen con usos más industriales, de agricultura intensiva y más orientada a la exportación, ni con los que son propietarios de estas tierras y que se enfocan a buscar salidas alternativas a la agricultura – que ya no consideran rentable – sin perder la propiedad de las fincas. Muchos agricultores, que han asumido que sus hijos no se dedicarán a la agricultura, ven, en esta transformación perversa del suelo agrario, que entra en dependencia del sector turístico, una forma de sacar un provecho económico sin desprenderse de sus fincas pero aceptando desgraciadamente el fatalismo de la liquidación de la actividad agrícola. Es evidente que necesitamos ser capaces de imaginar y defender otro futuro posible: una mirada amplia, que impugne el modelo y evidencie las consecuencias de estos procesos para que la sociedad no renuncie y acepte estas transformaciones como inevitables.
Otro ejemplo es el estallido de la mercantilización turística de las viviendas. El sector aprovecha nuestras propias casas para seguir moviendo la rueda de esta economía suicida y empieza a excluir y desahuciar vecinos para sustituirlos por turistas. Aquí las planificaciones urbanísticas que zonificaban el territorio en función de los usos (usos industriales, usos turísticos, usos residenciales, espacios verdes...) y planificaban servicios e infraestructuras en función de las capacidades de población, estallan por los aires porque los turistas se convierten en «residentes» por días o semanas, y pervierten toda la planificación hasta llegar al punto de transformar todo nuestro paisaje cotidiano y mercantilizar cualquier espacio público a beneficio suyo. Ante esto el GOB se posicionó en contra por entender cuál es la dinámica que genera esta práctica y las consecuencias ecológicas y sociales que se pueden derivar. En aquel momento, aparecieron tensiones internas, puesto que había sectores de la entidad que no veían clara esta postura. Para algunos era razonable el posicionamiento ecologista en contra del alquiler turístico de viviendas, porque la entidad siempre lo ha combatido e intervenido en cuestiones que afectaban el planeamiento territorial y urbanístico y esto claramente lo hacía. En este caso los usos del suelo y residenciales se estaban mezclando unos con otros, sin ningún tipo de planificación urbanística y con una regulación que favorecía una colonización turística que afectaba directamente a los habitantes de las islas. Otros, entendían que no era un tema en que el GOB tuviera que intervenir y que, lejos de ser algo negativo, implicaba una "democratización" que hacía que no solo fueran los hoteleros los que se aprovecharan de los beneficios económicos del turismo. Las tensiones fueron fuertes e incluso hubo socios que se dieron de baja.
Fuente: GOB Mallorca.
Por lo tanto, ¿crees que la tensión no fue tanto entre un “ambientalismo conservacionista” y un “ecologismo social”, como entre aquellos conflictos, como el alquiler vacacional, que enfrentaban a visiones del ecologismo más “anticapitalistas” con otros más “liberales” y defensoras de la propiedad privada?
Sí, totalmente. Las contradicciones dentro de la entidad aparecen cuando los posicionamientos impugnan el modelo social y económico vigente y tocan cuestiones que tienen que ver con los derechos ligados a la propiedad privada, las consecuencias sociales del modelo o con las condiciones laborales de los trabajadores. Esto provoca que cierta parte de la base social del GOB sienta que no está clara la misión del GOB. En los años 70, 80 o 90 estaba más claro cuando la centralidad era la defensa del territorio o de espacios naturales emblemáticos frente a los crecimientos urbanísticos o de infraestructuras, pero los últimos años la cosa se ha hecho más compleja, y cuando situamos que el adversario no es solo un proyecto concreto que amenaza un espacio concreto sino un modelo económico y social que es la raíz de problemáticas que van desde la privatización del espacio público, la precarización laboral y de las condiciones de vida, la colonización de nuevos espacios por el negocio turístico, la sobreexplotación de los recursos, etc., una parte de la base social no lo acaba de entender y se pregunta "¿que hace ahora el GOB?".
Creo que es la evolución de un ecologismo más conservacionista a un ecologismo más social y político. Una evolución que surge de la necesidad de responder e impugnar las raíces del problema y no solo apuntando a las consecuencias. Esto lo ven claro los y las compañeras más activos y politizados, pero a veces es más complicado para el socio clásico y menos implicado en el día a día de la entidad. A esta cuestión le tenemos que dedicar tiempo y delicadeza para hacer comprensible aquello que en principio puede parecer más confuso y difícil de entender. Hemos de partir de los conflictos concretos y ofrecer una explicación que sea capaz de conectar lo concreto con lo sistémico y estructural.
Esta situación es compleja y creo que se da en otros movimientos ecologistas donde una parte de sus socios, como bien dices los menos politizados, tienen normalizado movilizarse contra las consecuencias que provocan los excesos del modelo socioeconómico, pero dudan cuando es el modelo lo que directamente impugnamos. Esto hace que no se cuestione el modelo turístico que se ha desarrollado. Se pone el foco en aquellas consecuencias que se consideran indeseables o molestas, pero no es suficiente. Hemos ser capaces de imaginar una transformación social radical y unas prácticas turísticas diferentes.
Creo que va por aquí la cosa. Mucha gente piensa que es positivo poner límites al turismo, pero todavía cree en el mantra que, nos guste o no, "vivimos del turismo" y no han pasado a la fase de pensar que "es el turismo el que vive de nosotros". Son sensibles a los excesos del modelo, pero no ven alternativa. Sigue muy viva la idea y el recuerdo que antes del turismo las Baleares eran un lugar pobre. Se hace difícil pensar en una realidad fuera del marco de un desarrollo que nos ha llevado hasta la situación actual. Aquí esta el reto, imaginar y proponer marcos mentales diferentes donde sea posible un decrecimiento turístico, una diversificación de la producción que vaya enfocada a producir aquello que necesitamos para sostener la vida, acompañado de justicia social y la convicción que hay que adaptarnos a los límites biofísicos que nos impone la realidad insular y la crisis ecológica que vive el planeta. En este sentido, creo que en clave insular tenemos una ventaja, puesto que contamos con todos los ingredientes que nos permiten poder imaginar esta realidad diferente: costa, zonas interiores rurales buenas para la agricultura, montañas, agua, etc. Hemos de pensar en cómo viviremos cuando la crisis energética y la carestía de materiales nos obliguen a hacer realidad lo que hoy parecen utopías.
La manifestación del 21 de julio en Palma fue muy exitosa. Al mismo tiempo hubo movilizaciones en Canarias, Málaga y Barcelona. También esta surgiendo una preocupación social ante las consecuencias nefastas de este turismo mercantilizado y depredador. ¿Qué alianzas han hecho posible este éxito en las Islas?
Todo empezó con el gran éxito de Canarias. En aquel momento aquí la situación estaba muy fría. Había críticas desordenadas y malestares que no se traducían en nada. Canarias hizo de espejo y muchos empezaron a decir "si nosotros estamos igual, ¿como es que aquí no nos movemos?». Fue entonces cuando desde la plataforma "Menos turismo, más vida", donde están organizadas cada vez más entidades, cuando organizamos una contracumbre como respuesta a la de Ministras de Turismo de la Unión Europea en Palma y decidimos convocar una asamblea abierta para articular este malestar. La asamblea fue un éxito y permitió tejer una propuesta de estructura, con un grupo motor, grupos de trabajo y asambleas o grupos locales autónomos, una coordinación entre islas y a partir de aquí una campaña, «Cambiemos el Rumbo. Pongamos Límites al Turismo» y toda una serie de acciones y frentes que prevemos que tendrán un largo recorrido. No era una cuestión concreta y marcada solo por el inicio de la temporada turística, sino que creo que se ha empezado a entender que estamos ante una lucha que va más allá, incluso de las alternancias políticas en el gobierno. Queremos límites al turismo, pero en el marco de un cambio de rumbo del modelo económico y social en las Islas y esto requiere tiempo.
Creemos que este estallido actual de movilización tiene que ver, muy especialmente y en todo los territorios, con la problemática actual de la vivienda. Aquí en Mallorca, casi en paralelo a la convocatoria de la primera asamblea abierta, un pequeño grupo organizado del pueblo de Sencelles sacó una campaña con un video que se hizo viral con el lema «Mallorca no se vende» y convocaron una primera manifestación para el 25 de mayo que ya fue un éxito de participación. Esto fue un revulsivo importante y expresaba una alianza donde la impugnación del modelo turistificador se unía a una de sus principales consecuencias, la crisis de la vivienda. Se decidió que se quería volver a salir a la calle y que el julio era el mejor momento, en plena temporada turística en Mallorca. Y a partir de aquel momento se empezó a hacer red. Se habló con los sindicatos y se unieron con su discurso propio. Al mismo tiempo, también se unieron el sector educativo, el sanitario y el cultural, con la Obra Cultural Balear al frente. Estos cuatro sectores con su propio discurso fueron capitales para conseguir el éxito de la movilización. También fue muy importante para extenderlo, que surgieran las asambleas locales autónomas en muchos municipios del interior de la isla. Y así, con la problemática de la vivienda como aglutinador, se iban sumando argumentos para impugnar el modelo de monocultivo turístico. Todos juntos vamos construyendo el relato, advirtiendo también sobre determinadas simplificaciones o posibles derivas que se puedan producir. Para poner un ejemplo, desde la asamblea hemos dejado de hablar de “masificación o saturación” y hablamos de “turistificación” ya que tenemos claro que hay el peligro que el debate derive hacia ideas sesgadas que "sobra gente" o el lugar común del "turismo de calidad" como sinónimo de turismo de alto poder adquisitivo y las cuestiones centradas en el debate sobre "la seguridad" o contra las personas extranjeras que vienen a trabajar aquí.
Creo que esto que dices es clave. En estos momentos hay un debate que quiere enfrentar turismo de masas vs. turismo de calidad, o también centrando la cuestión en “el incivismo”, la seguridad y la criminalización de colectivos de jóvenes o de emigrantes, o todo a la vez. Un debate donde aparecen discursos que la extrema derecha o las derechas en general están alimentando. ¿En qué medida esto también está catalizando el malestar creciente?
Por aquí va la cosa. La parte positiva a la cual me he referido, esta alianza amplia donde el derecho a la vivienda ha estado capital, tiene también su contraparte negativa. Crece a la vez un discurso basado en el privilegio de unos sectores acomodados, de los que consideran que "nosotros ya estábamos antes". De aquí surgen los discursos identitarios que apuntan a la "masificación", a que "sobra gente", que a menudo se liga con "turismo de calidad" como solución. Esto llevar al elitització del turismo, y es muy peligroso. Esta protesta motivada por el privilegio y para oponer a los "mallorquines de verdad" frente a aquellos que no son "autóctonos" que “masifican”, o que vienen a trabajar, que son incívicos y que molestan es preocupante. Hay que incorporar una mirada de clase y antirracista. Por lo tanto, toda esta movilización tiene muy potencial pero también peligros que tenemos que tener mucho en cuenta.
Fuente: GOB Mallorca.
Quiero valorar el eco mediático que han tenido estas movilizaciones, no solo en el ámbito local sino también internacional. Quizás provocado por la polémica de "pistolas de agua" de la manifestación de Barcelona, en mi opinión una anécdota, más o menos afortunada, que se ha magnificado para desacreditar las movilizaciones e inventarse un cariz violento que nunca han tenido.
Sí, el eco nos ha obligado a hacer un esfuerzo para atender a todos los medios y también a hacer un esfuerzo pedagógico para hacernos entender, sobre todo cuando estas cuestiones se banalizan y simplifican. A la vez nos sirve para aclarar y reforzar nuestros argumentos. Un ejemplo es la pregunta recurrente "¿porque os molestan los turistas?". Nuestra respuesta quiere ser aclaratoria: no es que nos "molesten los turistas", sino que lo que hay son unos malestares sociales y colectivos resultado de unas causas que son estructurales que no podemos simplificar en una cuestión de estado de ánimo personal. Son cuestiones sistémicas que necesitan respuestas políticas. El efecto de las pistolas de agua de Barcelona, tuvo como consecuencia que a la manifestación de Mallorca, y como acción preventiva, hubo un blindaje policial de los espacios turísticos por donde pasaba la manifestación demostrando que había una preocupación ante cualquier acción que pudiera afectar, como dicen, a "la imagen del destino". Una cuestión de la que también tomamos nota porque es muy significativa del miedo de los poderes ante este estallido social.
Te pediría una valoración de la política institucional en las Islas. Desde el GOB se fue crítico con la gestión del gobierno anterior, a pesar de que en principio y supuestamente, compartía algunos de los principios de los movimientos ecologistas. Ahora, y coincidiendo con las movilizaciones más potentes en muchos años, hay un gobierno de derechas, que por su discurso parece estar más dispuesto a ponerse al servicio del capital turístico. ¿Cómo ves la situación?
Es un tema complejo. Tuvimos ocho años de gobierno de izquierdas y generalmente cuando tenemos un gobierno que aparentemente creemos más afín a nuestros planteamientos (sociales, ecologistas, laborales...)...se produce una desmovilización. Pero el resultado fue decepcionante. Hubo más política de gestos (tímidos por otro lado) que no un plan claro y estratégico para cambiar la situación: la limitación de entrada de cruceros al puerto o la ley de circularidad turística –que nosotros criticamos mucho porque era un auténtico despropósito–, la regulación de las cargas de trabajo al sector, que no se acabó desplegando y la atención dada a las kellys. Pero las plazas turísticas siguieron creciendo y el número de licencias de nuevas construcciones en el suelo rústico también.
Cómo te digo, gestos que no nos convencieron puesto que no tocaban las lógicas estructurales. Más bien continuaban con la dinámica de favorecer al sector, intentando buscar la complicidad de la patronal. Una reconversión de relato para continuar haciendo lo mismo. El gobierno quería construir alianzas con el sector turístico y conseguir tenerlo en su favor. Esto no pasará nunca. El sector es bastante potente para permitir pequeñas concesiones pero era iluso pensar por parte del Gobierno que estas alianzas se mantendrían en el futuro. Las alianzas estratégicas las tenían que hacer con los movimientos sociales que eran con quienes se podían apoyar para realmente hacer cambios estructurales. La realidad ha sido qué cuando ha entrado el gobierno de derechas el sector hotelero se ha felicitado que ya no hubiera un ejecutivo de izquierdas, que les hacía perder el tiempo con reuniones, que hablaba de límites y al que consideraban intervencionista. Ahora ya han vuelto «los suyos». Marga Prohens la presidenta del Gobierno de las Islas Baleares, ha llegado con el discurso neoliberal que se podía esperar de un gobierno PP- Vox y en el que dejó muy claras sus líneas de acción en el discurso de investidura: la propiedad privada es sagrada, facilitar las inversiones y el dinamismo económico sin ningún límite y, como no, políticas de seguridad. Tal vez ante esto la gente se ha preocupado más y ha empezado a reaccionar, y unido al ejemplo de Canarias y otros territorios, es donde podemos enmarcar las movilizaciones actuales. Ante esto, Prohens hábilmente reaccionó y unos días después de la manifestación de mayo propuso una llamada y grandilocuente "Mesa por el pacto político y social para la sostenibilidad económica, social y ambiental de las Islas Baleares". Por lo tanto, la presidenta hace un giro total y empieza a hablar de sostenibilidad y aprovecha para acusar el anterior gobierno de hablar mucho y no haber hecho nada y provocado la situación actual (lo cual da risa porque esta situación viene de años de políticas enfocadas a esta especialización económica a expensas del territorio y las personas). Incluso nos ha invitado al GOB a participar. Es evidente que solo es discurso para aparecer como alguien que escucha y que se cree el tema de la sostenibilidad, porque mientras tanto ha aprobado un decreto devastador para regularizar casas ilegales en suelo rústico y ha hecho una ley de vivienda ultraliberal. Por lo tanto, hábilmente hizo un cambio de relato mediático que descolocó a la izquierda y la posicionó y así ganar tiempo ante un verano que se preveía caliente en términos de protestas ciudadanas.
En el capítulo que escribiste en "El malestar en la turistificación" (Icaria, 2024), que, por cierto, recomiendo tanto el libro como tu texto, nos introduces en cuatro autoras ecofeministas y las destacas desde un marco muy interesante: esta oposición que vivimos entre capital y vida, marco desde el cual has expresado y desarrollado muchas ideas y propuestas que caracterizan tu militancia ecofeminista. Por otro lado, en el texto dedicado a Donna Haraway llegas a unas conclusiones contundentes y dónde manifiestas, que "hay que parar" y que esto "implica posiciones fuertemente y radicalmente antiturísticas". Por otro lado, asumes que vamos al desastre y que "habrá que resistir y partir de cero". Finalmente, te preguntas si desde un nuevo paradigma que haya elegido la vida y descartado el capitalismo "seremos capaces de imaginar un escenario posturístico". Desde Alba Sud sabes que trabajamos para repensar el turismo también en un escenario que como propones elija la vida y no el capitalismo.
De Donna Haraway me interpeló y sorprendió mucho su idea sobre la necesidad de romper radicalmente con el marco mental que nos tiene secuestrada la imaginación y que nos conduce a pensar que no hay alternativa posible. Ella nos invita a atrevernos a romper estos marcos mentales desde la ficción especulativa, y la mirada ecofeminista para pensar futuros que puedan seguir reproduciendo la vida en una tierra herida. En este contexto , el capitalismo y su expresión en términos de especialización económica turística, pierden todo el sentido, enfocados cómo están a la reproducción del capital y atentando contra las bases materiales e inmateriales que sostienen la vida. Negando la ecodependència y la interdependencia. Nos tenemos que permitir esta ruptura y poder repensarlo todo, empezando de cero sin ninguna hipoteca relacionada con el modelo anterior. Atrevámonos a disputar la posibilidad de otros mundos vivibles y deseables. Nos faltan nuevos imaginarios con nuevos deseos y utopías alentadoras.
Cuando desde la izquierda occidental denunciamos los privilegios –también los nuestros– no lo hacemos para flagelarnos, sino de ponerlos en cuestión y pensar, como insiste otra de las autoras que trato en el capítulo de "El malestar en la turistificación", Aura Lolita, que nuestros deseos no son universales y que para otras culturas pueden ser absolutamente aborrecibles y destructivos. Haraway me inspira en este empezar de cero y a situarme en un faro desde donde poder imaginar colectivamente una vida diferente, que tenga en cuenta los límites ecológicos y la escasez que viviremos. Haraway me propone un faro al cual no quiero renunciar. Evidentemente, habrá que aterrizarlo y convertirlo en políticas posibles en la inmediatez, o maneras de organizarnos colectivamente y que representen grietas en este sistema de no-vida por donde generar posibilidades y tener pequeñas victorias por precarias y temporales que sean y poder construir pequeños espacios de utopía. Nos tenemos que negar a renunciar a este faro. Un lugar que nos sirva para poder divisar los caminos posibles hacia un mundo completamente diferente.
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