03-04-2013
Reseña en Pasos del libro "El turismo en el inicio del milenio: una lectura critica a tres voces"
Sergi Yanes, antropólogo de la Universidad de Barcelona y miembro de Turiscopia, Grupo de Trabajo del Instituto Catalán de Antropología, publica en la revista Pasos, que edita la Universidad de La Laguna, una reseña del libro de Joan Buades, Ernest Cañada y Jordi Gascón (Foro de Turismo Responsable, Madrid, 2012).
Durante las últimas décadas el interés académico y extra-académico por el análisis crítico del turismo ha ido creciendo. Hasta aquí nada nuevo. El desarrollo a escala planetaria de las relaciones y dependencias del turismo, así como los numerosos ejemplos estudiados de cómo, cuánto y dónde se han dado éstas, han facilitado un acercamiento más incisivo a los aspectos tradicionalmente menos estudiados y divulgados, es decir, las estructuras políticas y económicas que conlleva. Si en un primer momento los análisis desde la economía turística monopolizaron el conocimiento sobre el turismo, paulatinamente se fueron descubriendo los múltiples velos sociales, ecológicos, culturales, laborales y de género que el turismo también suponía, devolviendo el sentido complejo y dialógico a una actividad que transciende “aquello que en público dice que es”.
El aporte crítico y comprometido que Joan Buades, Ernest Cañada y Jordi Gascón realizan con la publicación de “El turismo en el inicio del milenio: una lectura crítica a tres voces” (editado en 2012 por el Foro de Turismo Responsable en su colección Thesis, y en descarga libre y gratuita desde el propio portal web) se centra en lo que podríamos denominar: los procesos y dinámicas locales y globales definidas por todo tipo y grados de relaciones de poder y desigualdad, que lejos de presentarse como circunstanciales lo hacen ya de modo estructural, es decir, aquello que hace que turismo sea un motor de injusticias sociales y medioambientales. Un aporte que bien podría enmarcarse en esa situación que describe Nogués Pedregal cuando dice que “estamos en un momento caracterizado por la evidencia de lo trans-, que impugna la simetría de la relación causa-efecto, supera el principio dialéctico más clásico de la resolución de las contradicciones en sucesivas fases, y objeta los retazos esencialistas que destilan ciertos análisis del turismo” [1].
Buades, Cañada y Gascón, se sitúan así como tres de las figuras claves en lo que se ha llamado “giro crítico” de los estudios de turismo. Esta posición supone un aporte imprescindible a los trabajos académicos y un posicionamiento ideológico más que pertinente en pro de la justicia social, la equidad y la democracia.
El libro se divide en 3 grandes bloques desarrollados a través de 26 artículos. A lo largo del primero de ellos, titulado “Turismo, neoliberalismo y capital transnacional”, se aborda el turismo como herramienta de expansión y desarrollo capitalista en el contexto actual de globalización y neocolonialismo, imponiendo como único marco posible de desarrollo para las geografías del Sur la hegemonía del Capital transnacional sobre la mano de obra y los recursos naturales. Esto se acomete también -tal y como expone Gascón en el segundo artículo- a través del discurso y la realidad que éste crea, al situar, por ejemplo, un indicador como el PIB como garantía de crecimiento y desarrollo, cuando la realidad indica que un PIB alto no contempla ningún tipo de distribución a priori, y que por lo tanto se puede seguir teniendo un Índice de Desarrollo Humano muy bajo a la vez. Y resulta que esto es lo que normalmente sucede. Las ecuaciones, estadísticas, balances y derivaciones que instituciones como la OMT realizan, se ayudan de marcos de computación como la famosa Cuenta Satélite de Turismo que supone la infravaloración de los costos y la sobredimensión de los beneficios fortaleciendo la capacidad del lobby turístico frente al Estado.
En término de impacto medioambiental, se avanzan cuestiones que será descritas de modo amplio en la tercera parte del libro: el papel del norte en la definición de los mecanismos y límites de contaminación, la naturaleza transnacional de los conglomerados industriales que deslocalizan y relocalizan según convenga, así como el cuestionamiento más que razonable del mito ese que dice que el turismo es una industria “sin chimeneas”.
El siguiente artículo le sirve a Gascón para recordar que la naturaleza del modelo turístico “se basa en la externalización de unos costos que son asumidos por el Estado, la población y el medio ambiente, y al elevado nivel de “retorno”” (porcentaje de gasto real que se queda en el país) (pág, 32). Esta idea apunta a la inutilidad de poner en duda elementos circunstanciales o periféricos del sistema y la necesidad de hacerlo en su totalidad, ya que como se verá a lo largo de la obra, estos elementos generadores de desigualdad son estructurales.
La organización sindical, las presiones de los lobbys hoteleros, la especulación residencial, los movimientos migratorios y el caso ejemplificador del Grupo Barceló, concentran los siguientes tres artículos -firmados por Cañada y Buades, este por partida doble- que dejan paso a otro a seis manos: Blàzquez, Cañada y Gascón, que dibujan un retrato sobre el papel de expansión acumulativa del capital que el turismo tiene en la construcción de nuevos enclaves, así como las estrategias de éste por maximizar los beneficios empresariales gracias a la búsqueda sistemática de marcos desregulatorios a lo largo del mundo. Ante esta situación, los autores reivindican alternativas de desarrollo que tengan especial atención por las bases comunitarias, la soberanía alimentaria y medioambiental, y la diversificación económica (desmonetarizar la economía). Así mismo, no olvidan la importancia de la cooperación entre investigadores, académicos y movimientos sociales para alimentar un discurso político público que se presenta como imprescindible para resistir o combatir las medidas del mercado capitalista.
En el siguiente capítulo, Buades traza un recorrido histórico por los mecanismos de la geopolítica neoliberal en la construcción del sistema turístico en los Países Catalanes. Siendo éste uno de los primeros territorios europeos en experimentar el turismo industrializado, resulta inquietante ver en el dibujo de intereses que marcaron su gestación y desarrollo, cómo el Estado fascista español entró en combinación con las políticas globales del capitalismo facilitando toda una serie de cuestiones fiscales, urbanísticas, medioambientales y económicas que la industria necesitaba para asentarse de manera abrasiva en esta parte del Mediterráneo. Con el tiempo, se ha visto que todas ellas han provocado unos balances de daños sociales tan importante que resulta urgente plantear un nuevo esquema de desarrollo que garantice el futuro de estos territorios de forma integral.
Gascón por su parte, pone en cuestión la validez y legitimidad de la etiqueta Responsabilidad Social Corporativa en la imagen de algunas empresas turísticas, como es el caso de Sol Meliá Hotels & Resorts, que lejos de aplicar modelos de desarrollo sostenibles y comprometidos socialmente, aumentan su potencial de lobby para sortear reclamaciones judiciales y para emitir públicamente una imagen de empresa ética.
En el penúltimo capítulo, Cañada, muestra como en contextos de desarrollo turístico, la ausencia de derechos sociales, laborales, territoriales y habitacionales entre la población son evidentes. Para ello pone como ejemplo el Sur de México, Centroamérica y el Caribe, dando nota de la creciente precarización de la vida de aquellos trabajadores que construyeron precisamente los paraísos turísticos.
Ante el escenario de producción de paraísos turísticos sin derechos sociales y bajo la maquinaria transnacional y multiforme del capital especulativo, el artículo final de este capítulo invita a reflexionar de la mano de Ernest Cañada sobre la necesidad de diseñar políticas que hagan decrecer a la industria turística, y que ello revierta directamente sobre territorios y poblaciones a través de políticas contextualizadas y atentas a las necesidades concretas de desarrollo.
El segundo de los bloques, llamado “El turismo considerado desde la Soberanía Alimentaria y la Justicia Ecológica” continúa la senda abierta por el primero, centrándose en cuestiones que lejos de ser secundarias, están en el epicentro de los argumentos que justifican y pretenden legitimar el desarrollo neoliberal del turismo como herramienta de expansión capitalista. El primer artículo, firmado por Buades, analiza los puntos que definen las políticas de fiscalidad y sostenibillidad en las Islas Baleares, dando muestras del tremendo desequilibrio ecológico que ha producido la organización y explotación turística del territorio. Se analiza la famosa “ecotasa”, poniendo de manifiesto la incapacidad de ésta de significar una verdadera “reforma fiscal verde”, que conduzca hacia una planificación inteligente y ecológica que revierta sobre el bienestar social y ambiental del conjunto de la población. Gascón y Cañada, por su parte, analizan la tensión entre la Soberanía Alimentaria y la agroindustria utilizada para el desarrollo turístico que desmantela la propiedad y el poder de gestión sobre la producción, distribucion y consumo de las poblaciones campesinas, poniendo sobre la mesa la necesidad de reforzar el sector agrario y controlar el sector servicios, de modo que revierta la tendencia actual de un desarrollo terciario que o hace a costa de la eliminación del primario, y que como no podría ser de otro modo en Latinoamérica, significa el fin de numerosos ecosistemas sociales.
Otro artículo de esta sección, nos hablan de la guerra de calculadoras de emisiones de carbono y como unas (de la Organización Internacional de Aviación Civil, bajo el sello de la OMT) obtienen datos diferentes a los de otras (ClimateCare, de JP Morgan). Y tiene toda lógica: la OIAC encubriría el impacto ecológico del transporte aéreo asignando cifras pequeñas y ClimateCare haría lo contrario en tanto que comprador de offsets (derechos de emisión de gases contaminantes) en proyectos de energías renovables controlados por la propia organización. Gascón, no duda en afirmar que de lo que se trata no es de contaminar mejor, sino de no contaminar. Estos discursos reformistas operan como edulcorantes de actuaciones que son de principio a fin injustas y demoledoras para el objetivo de la equidad.
Siguiendo el hilo temático, Buades nos traslada a la Cumbre de Copenhague (2009), para alertar de la ineficacia de esta para erigirse como foro resolutivo en materia turística a causa del papel hegemónico que la OMT juega dentro de Naciones Unidas. La buena prensa y la transversalidad económica del turismo industrializado le permite justificar y autolegitimar su papel social. Pero lejos de ésto y como alerta Buades (110) “allí donde se ha impuesto masivamente la industrialización turística ha comportado la entrada en un régimen de modernización consumista (de energía, materiales, en el modelo de transportes, etc.) sin un bienestar comunitario paralelo para las sociedades locales”. En demasiados territorios del Sur, el crecimiento macroeconómico no conlleva o supone una mejora en los índices de desarrollo humano y de bienestar. Y esto, lejos de ser circunstancial, vuelve a ser estructural.
Y así llegamos a los tres artículos finales de esta sección, planteando un debate acerca del turismo comunitario. Ernest Cañana (el autor de los tres textos) disecciona la naturaleza de este tipo de turismo, analizando las potencialidades de su desarrollo y las tensiones que genera con los modelos de desarrollo capitalista. Así, el turismo comunitario puede ser una oportunidad para que las comunidades rurales, campesinas e indígenas, puedan diversificar las fuentes de producción, creando empleo, generando recursos económicos directos, dinamizando la economía local (revirtiendo en otras actividades productivas) y conservando la propiedad de las infrestructuras. Este tipo de turismo, puede así mismo, proteger y democratizar el acceso a espacios rurales, abrir vías de enriquecimiento cultural e incidir sobre unas relaciones de género que someten el papel productivo de la mujer al del hombre. Más allá de ser un modelo ideal, se trata de potenciar un tipo de actividad que puede reportar beneficios sociales y económicos desde una óptica integral y local, ya que ofrece posibilidades de diversificar la economía sin romper los equilibrios de cada organización social, lo cual sucede con la especialización y el monocultivo turístico. Aún así, el debate sigue abierto y las problemáticas para su desarrollo presentes. Adaptarse a nuevos modelos productivos en competencia directa con los grandes grupos empresariales no es tarea fácil para un tipo de turismo que tiene como premisa de partida el control de recursos y territorios por parte de la población local y/o de las estructuras comunitarias.
El libro cierra con una tercera sección titulada: Turismo y Cooperación al desarrollo, compuesta por 5 artículos que analizan el papel que el turismo juega en las políticas de cooperación al desarrollo, tanto de las organizaciones civiles como de ONGD, empresas e instituciones ligadas al sector. Gascón sitúa históricamente el Turismo Solidario, desde las primeras brigadas solidarias con los procesos revolucionarios latinoamericanos hasta las actuales ofertas de “viajes solidarios” de algunas coporaciones o fundaciones eminentemente neo-liberales. La unión de las ideas “turismo” y “solidaridad” ha abierto un nuevo nicho de mercado que tanto ONGD como empresas tratan rentabilizar con métodos y objetivos diferentes. Lo mismo sucede con la idea de “turismo responsable”, lo cual lleva a Gascón a preguntarse inevitablemente sobre cómo la industria ha sido capaz de apropiarse de una idea que surgió precisamente para denunciarla. Esta obsesión omnífaga de la industria respondería a la necesidad de ésta por crear un imaginario de “responsabilidad social” a su alrededor (marketing ético) y la de descubrir nuevos nichos de mercado que provean de nuevos productos. Añadido a esto, la desatención que los movimientos sociales han dado tradicionalmente a la cuestión turística, ha facilitado su expansión ideológica sin encontrarse con oposiciones y resistencias tanto teóricas como prácticas. De hecho, organizaciones que a priori deberían formar parte de ese cuestionamiento, no dudan en establecer lazos de cooperación con empresas del sector, aumentando unos las ventas y legitimando otros sus prácticas. Este tipo de uniones permiten a los lobbys de ambos lados, desarticular modelos alternativos una y otra vez, manteniendo unas relaciones de poder que garantizan las posiciones hegemónicas en la dialéctica de la cuestión turístico-social.
Este libro, bien podría tratarse del cuaderno de campo de tres investigadores que se sitúan ante la ecuación turística con una mirada crítica, imprescindible para vislumbrar en ella los mecanismos de funcionamiento, las relaciones de poder y las estrategias de expansión a todos niveles que definen también la naturaleza de una de las creaciones más perfectas del capitalismo. Así, vemos cómo el turismo no solo “impacta”, sino que desarticula e impide la creación de organismos y leyes que regulen la actividad en sus ámbitos laborales, ecológicos, etc. La aceptación de la que hoy goza el turismo, no deja de ser también consecuencia del despliegue propagandístico y autolegitimativo que el turismo ejerce a todos los niveles, generando marcos de referencia ideológicos dentro del capitalismo cotidiano.
Con esta obra, los autores le devuelven al análisis del turismo el carácter histórico que posee, y en general dan un toque de atención a muchos de los actuales trabajos asépticos que se realizan hoy sobre turismo.
Notas:
[1] Nogués Pedregal, A.M. (2011) “El cronotopo del turismo: espacios y ritmos”, en Revista de Antropología Social, 21, 147-171.
Puede acceder a la reseña en pdf aquí.
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