23-12-2013
Jornaleros de la “Almería marroquí” denuncian los abusos laborales de las empresas españolas
Olivier Chantry & Mónica Vargas | ODGEl Vall de Souss en Marruecos se dedica a la agroindustria, copiando del modelo de “mar de plástico” de los invernaderos de Almería. Igual que allí crece la presión sobre los recursos naturales, e hídricos en particular, y una grave explotación laboral.
Crédito Fotografía: Sindicalista del FNSA en acampada ante Douna Export. Foto: ODG, 26/11/2013.
Hace más de un milenio, los Pueblos Imazighen del Sur de Marruecos diseñaron un espacio comunitario destinado a preservar la alimentación, el “granero colectivo fortificado” o agadir. Allí guardaban no solamente el grano, las semillas y las herramientas agrícolas, sino también reservas de agua y se refugiaban con sus animales para resistir a los asedios. Se han encontrado textos del Siglo XIV que estipulan minuciosamente los derechos y sanciones en el cuidado del agadir. Los graneros colectivos fueron construidos con gran solidez y perduran no solo físicamente sino también como institución en algunas localidades (Naji 2006). Desde esa perspectiva, hoy, la moderna ciudad de Agadir lleva muy mal su nombre. Conjuntamente con su vecina Inezgane, situadas en las costas atlánticas de la región del Souss-Massa-Drâa, constituyen plataformas intermodales para la exportación de los productos agrícolas.
“Mar de plástico” en el Valle del Souss. Foto ODG, 26/11/2013.
De allí salieron en las dos últimas campañas agrícolas un promedio de 82% del total de las hortalizas exportadas por Marruecos (APEFEL 2013). El tomate representa 55% de estas exportaciones, destinadas en 85% a los países de la Unión Europea [1]. Todo el Valle del Souss se destina a la agroindustria, copiando el modelo de “mar de plástico” (invernaderos) vigente en Almería, con una creciente presión sobre los recursos naturales e hídricos en particular, y una severa explotación laboral.
En el Valle del Souss trabajan alrededor de 100’000 jornaleros/as agrícolas, de los cuales 4’000 están sindicalizados/as, en gran parte personas de origen rural que se vieron obligadas a dejar sus tierras. La mayoría de los contratos son temporales. Trabajan 8 horas por día, 6 días por semana, por un salario de 69 céntimos de euro por hora (7,8 Dirham). Este es el Salario Mínimo legal Agrícola (SMAG). Su aplicación ha sido conseguida a partir de la lucha de lo/as trabajadore/as, agrupado/as en la Federación Nacional del Sector Agrícola (FNSA-UMT). Pero las condiciones de trabajo siguen siendo muy duras. El obrero agrícola A.I. observa que “cuando trabajamos en los invernaderos, aparte de la pausa de medio día, podemos salir sólo una vez por la mañana y otra por la tarde, y por un máximo de 10 minutos. La pausa de medio día es de una hora. La temperatura puede subir hasta 50 grados, y la empresa nos da agua, pero no es siempre potable, es de pozo, por eso preferimos gastar y llevarnos nuestra propia botella al trabajo”.
Tomates producidos en un invernadero en el Valle de Souss. Foto ODG, 25/11/ 2013.
Una de las reivindicaciones sindicales se ubica también en los medios de transporte. De acuerdo con el jornalero H.J., “se lleva a los obreros a la finca en camiones muy antiguos, de los años 60, que están en pésimas condiciones. Ponen a las personas de pie en el camión, van hasta 60 personas, hombres y mujeres juntos. El trayecto dura un promedio de una hora. Suelen haber accidentes en el trayecto, con heridos y hasta muertos”. E.T, trabajadora agrícola cuenta que el acoso sexual es muy frecuente en las fincas, pero que gracias al sindicato han logrado ir mejorando la situación.
Allí se activan empresas francesas y españolas, controlando la mayor parte de la cadena productiva, incluyendo el transporte y venta en centros como Mercabarna en Barcelona y Saint Charles International (Perpignan, Francia). Desde octubre de 2013 uno de los conflictos abiertos tiene por protagonista a una empresa española, Douna Export, filial de Fruca Marketing, con sede en Murcia. De acuerdo con el FNSA, la empresa está violando los derechos sindicales, y de hecho despidió a tres de los representantes sindicales con razones injustificadas. Delante de las oficinas de la empresa en Biugra, existe una acampada permanente de lo/as trabajadore/as exigiendo el reintegro de las personas despedidas [2]. No es el primer caso de este tipo. En efecto, las prácticas de hostilidad son recurrentes ante la apertura de una sección sindical en una empresa, además de que en la medida de lo posible, se intenta evitar contactos entre los jornaleros sindicalizados y los otros. Un miembro del sindicato comenta “Nuestra experiencia con las empresas españolas es muy mala. No es la primera vez que tenemos problemas con ellas. Aquí son conocidas por su crueldad con los obreros”. Un jornalero añade “Los empresarios españoles, aquí, son los peores, (…) no les gustan los sindicatos.”. Paradójicamente, el gobierno español apoya con fondos públicos a la mejora de las condiciones de vida en la región (una de las tres prioritarias para la cooperación española en Marruecos) [3], pero no interviene cuando el capital español genera conflictos de este tipo.
El Valle del Souss, a pesar de ser una región que produce alimentos, es la cuarta más empobrecida del país de acuerdo con los últimos datos del Gobierno (HCP 2007). De forma general, el incremento de la producción de hortalizas en Marruecos no llega a compensar el déficit comercial alimentario de un país que importa cada vez más alimentos. En ese sentido, cabe recordar dos pautas temporales importantes. En los años 80, los invernaderos del Souss se comenzaron a instalar coincidiendo con la aplicación del Plan de Ajuste Estructural del Fondo Monetario Internacional. Se inició entonces una política que favoreció la concentración de la tierra en las manos de grandes inversionistas, enfocada en el sector de las hortalizas y la fruta (esencialmente cítricos) para la exportación. La segunda pauta se ubica en el año 2000, momento en que entra en vigor el Acuerdo de Asociación entre Marruecos y la UE, el cual facilita aún más las exportaciones hacia Europa [4]. El siguiente gráfico evidencia que este desarrollo agroindustrial, además de basarse en la explotación laboral, no es rentable del punto de vista económico. Más bien, se están desviando recursos productivos vitales para la soberanía alimentaria del país. No obstante, tal y como comenta S.R., empresario catalán que cuenta con varias fincas en la región, con pozos que ya llegan a 200 metros de profundidad, “Cuando se acabe el agua, cambiaremos de actividad o nos iremos a Senegal…”.
Fuente: Elaboración propia a partir de: FAOSTAT
Bibliografía consultada:
APEFEL - Association Marocaine des Producteurs et Producteurs Exportateurs de Fruits & Légumes. Bilan des exportations des fruits et légumes. Campagne 2012 – 2013. Service Agrotechnique. Septiembre 2013.
HCP - Haut Commissariat au Plan. Carte de la pauvreté 2007 [Consulta 2 de diciembre de 2013]. Disponible en: http://omdh.hcp.ma/Carte-de-la-pauvrete-2007_a185.html
Naji, S. Greniers collectifs de l’Atlas. Patrimoines du Sud marocain. 2006. Casablanca : Editions Edisud.
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