02-12-2015
Una alternativa de turismo sostenible y comunitario frente a la megaminería en el Páramo de Santurbán
Javier Tejera | Alba SudJunto a la Asociación de Municipios de Santurbán y Corambiente, y el apoyo del Fons Mallorquí e Illes Solidàries, Alba Sud dinamiza la elaboración de Plan de Turismo Comunitario en los municipios del Páramo de Santurbán, Colombia.
Crédito Fotografía: Taller en Soto Norte
Las 142.000 hectáreas del Páramo de Santurbán guardan con recelo tesoros de incalculable valor ecológico, en términos de riqueza en biodiversidad y como fuente de un bien cada vez más preciado: el agua. Situado entre los 2.800 y los 4.290 metros de altitud, entre los departamentos de Santander y Norte de Santander en Colombia, un halo de misticismo lo envuelve y ha sido un pilar fundamental para muchas comunidades rurales o indígenas que han habitado la zona desde tiempos inmemoriales. Sin ir muy lejos, la vida de los habitantes de los municipios de Vetas, California, Charta, Matanza, Tona y Suratá, en la provincia de Soto Norte (Santander), difícilmente se puede disociar del páramo y así ha sido desde siempre. Mucho antes de que el mundo urbano o las grandes multinacionales mineras, por intereses opuestos, pusieran en el mapa a este vasto territorio de cuento.
Vista de Matanza.
Los páramos, como el de Santurbán, son un ecosistema tropical de alta montaña, con temperaturas bajas y normalmente húmedas, que constituyen un hábitat único en el mundo, sobre todo como retenedor de la humedad ambiental y generador de fuentes hídricas. Por contextualizar, sólo el Páramo de Santurbán produce en la actualidad el agua necesaria para abastecer a más de 2,2 millones de personas, residentes en las áreas metropolitanas de Bucaramanga y Cúcuta (capitales departamentales), así como en otros 20 municipios de la zona. De hecho, se estima que, sólo con este páramo, habría potencial para abastecer a más de 10 millones de seres humanos.
La Laguna de Páez (municipio de California), en el Páramo de Santurbán.
El caso de Colombia es, en este sentido, paradigmático. No en vano, sólo este país latinoamericano alberga casi la mitad de los páramos del planeta, lo que supone un 1,7% de su territorio. Con 34 páramos delimitados y una superficie total que llega a las casi dos millones de hectáreas, estos ecosistemas proveen agua al 70% de la población colombiana. De hecho, aunque también existen este tipo de ecosistemas en África, Indonesia y Papúa Nueva Guinea, el 99% de los páramos del mundo se encuentra en la Cordillera de los Andes y en la Sierra Nevada de Santa Marta (ambas, al menos en parte, en Colombia), además de en Costa Rica [1].
Vista de la Laguna Pajaritos (municipio de Vetas), en el Páramo de Santurbán.
El incalculable valor en biodiversidad asociada a estos ecosistemas está fuera de toda duda. Sólo en la región de Santurbán, tanto en el páramo como en el bosque andino adyacente, la Corporación Autónoma Regional para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga -CDMB- ha catalogado en 2001 más de 450 especies de plantas, 17 de anfibios, 17 de reptiles, 201 de aves y 58 de mamíferos, algunas de ellas endémicas [2]. De entre todas estas especies, destaca una por emblemática y por su funcionalidad. Los frailejones son especies clave para la conservación de los páramos y su biodiversidad. De hecho, Colombia alberga la mayor diversidad de variedades de esta especie, más de 80 en total. De crecimiento lento (apenas un centímetro al año), estas plantas son grandes retenedoras de agua y, sin duda, son un elemento indicativo e indisociable de cualquier paisaje de páramo.
Frailejones (Espeletia conglomerata) en el Páramo de Santurbán.
Amenazas crecientes de conservación
Como ecosistemas frágiles que son, los páramos son muy vulnerables y están en la actualidad seriamente amenazados por los efectos del cambio climático y de las actividades humanas descontroladas. En lo que a esto último se refiere, sobre todo debido a la introducción de la ganadería, la agricultura y la creciente actividad minera en estas áreas de alta montaña. Sumado a estos impactos, el acelerado calentamiento global retroalimenta la degradación, haciendo muy difícil distinguir unos efectos de los otros.
Según un estudio publicado en 2014 por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) en diferentes páramos amenazados de Colombia, el 71% de las 81.000 hectáreas analizadas del Páramo de Santurbán sufren de severos impactos ambientales [3]. Los mismos están producidos por precarias prácticas agrícolas, la construcción inadecuada de vías, el establecimiento indebido de lotes, la construcción de infraestructuras o la disposición de residuos. Al igual que en otros páramos de Colombia, una de las amenazas más graves es la minería. También la pérdida de biodiversidad por el aprovechamiento de la fauna o la extracción de zonas de bosque.
Este trabajo realizado por el IGAC, junto con el Instituto Alexander Von Humboldt, fue la base para la propuesta de delimitación y catalogación de 98.954 hectáreas del Páramo de Santurbán (el 76 % del total) como Espacio Protegido que se hizo al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible en diciembre de 2014, hace menos de un año [4]. Una figura aún por dotar de contenido que, de momento, levanta algunas suspicacias. Mientras que ha quedado claro que el gobierno busca reglamentar y restringir las actividades agropecuarias de los campesinos, parece abrir más la mano con las actividades mineras (mega, grande o pequeña minería) que se encuentren en cualquier fase de exploración o explotación dentro del área delimitada.
Vacas pastando en el Páramo de Santurbán, dentro del término municipal de California.
El argumento es que no se pueden obviar “los derechos adquiridos por estas empresas” y que se promoverán buenas prácticas ambientales, aunque sigue en el aire el trasfondo y la ejecución exacta de algunos proyectos a gran escala. Por el contrario, parece una necesidad ineludible la de preservar la riqueza en biodiversidad de la zona. Sobre todo si se tiene en cuenta que en los últimos 15 años el gobierno nacional de Colombia ha impulsado buena parte de su crecimiento económico en base a la explotación minero energética, facilitando y fomentando la inversión trasnacional y el interés minero extranjero por encima de la protección ambiental.
Al hilo de esto último, cabe reseñar que sólo entre 2006 y 2012 se entregaron y concedieron más de 6.000 títulos mineros en el país, sin mucho criterio técnico o medioambiental. Esto hizo que en 2011 se suspendieran nuevas entregas de títulos, hasta analizar las consecuencias e impactos de otras 15.000 solicitudes en reserva [5]. El Páramo de Santurbán, que pasa por la provincia de Soto Norte, no ha sido una excepción en este sentido, ya que su superficie está mayoritariamente adjudicada a diferentes transnacionales que, a lo largo de los últimos años, fueron comprando predios y fincas poco a poco a dueños locales.
Elaboración a partir de UAESPNN (Parques), MAVDT (Reservas forestales), Instituto Humboldt (Páramos), MAVDT (Ramsar) y Ingeominas - dic/10 (títulos mineros y solicitudes).
En la actualidad, son 45 los títulos concedidos a empresas entre las que se encuentran Eco Oro Minerals Corp. (antigua Greystar Resources, con 22.848 hectáreas), AngloGold Ashanti Colombia S.A. (2.257 ha), Cerámica Italia (79 ha), Continental Gold S.A. (3.798 ha), CVS Explorations Ltda (721 ha) o Empresa Minera Reina de Oro (1.123 ha), entre otras. También destaca AUX Colombia SAS, recientemente comprada en 2014 por el fondo árabe Mubadala al magnate brasileño Eike Batista, declarado en quiebra. AUX planea explotar el proyecto minero La Bodega, entre California y Vetas.
Eco Oro Minerals Corp., por su parte, de origen canadiense, tiene un proyecto de extracción subterránea de oro y plata en el municipio de California denominado Angostura, actualmente en fase de prospección y exploración. Precisamente, Angostura encendió todas las alarmas cuando, allá por 2011, era planeado como un proyecto de minería a cielo abierto, con un cráter de 200 metros en plena montaña del que se extraerían 1.075 millones de toneladas de roca, con los consecuentes e impredecibles impactos ambientales y paisajísticos.
Este proyecto suscitó una amplia unidad y resistencia en Bucaramanga, representada por la constitución del Comité por la Defensa del Páramo de Santurbán, que poco a poco fue agrupando apoyos de diferentes entidades y actores. Desde ONGs, sindicatos, estudiantes, ambientalistas o profesionales, hasta la Sociedad de Mejoras Públicas, la Sociedad Santandereana de Ingenieros, Fenalco, comunidades religiosas, comerciantes o la Asamblea Departamental, entre otros.
Con una gran movilización ciudadana y con una campaña de resistencia al proyecto, bajo el lema “Salvemos el agua y la vida”, el Comité logró frenar el proyecto de minería a cielo abierto. Greystar Resources retiró la solicitud de permiso para el proyecto y, además, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible les negó la licencia. Sin duda, una pequeña victoria en una guerra de largo recorrido por la conservación del ecosistema de este páramo, con muchos frentes abiertos todavía.
Marcha del Agua en Bucaramanga, el 25 de febrero de 2011 (Fuente: www.salvemoselaguaylavida.com).
El papel de la comunidad en este tablero geopolítico y económico
Y a todo esto, ¿qué tienen que decir las comunidades de los municipios implicados? En el caso concreto de la provincia de Soto Norte, la población local de Matanza, Vetas, California, Charta, Tona y Suratá se debate entre la necesidad de buscar un sustento económico y el hecho de poder decidir el destino de su propio territorio, sin injerencias externas. Situados dentro del Páramo de Santurbán o en su área de influencia, más del 90% de la población activa de Vetas y California se dedica a la minería artesanal y así ha sido desde los años 40 del siglo pasado. Con medios muy rudimentarios y con el esfuerzo de sus propias manos, a punta de picas, palas, porras, cinceles y, más adelante, con pequeños taladros y de vez en cuando algo de dinamita, muchas familias han vivido a lo largo de los años de la extracción de minerales preciosos, fundamentalmente del oro.
Trozo de piedra extraída de una mina artesanal en California, con minerales incrustado.
En la década de los 90, el gobierno inició el proceso de legalización de las minas, adjudicando licencias a las familias dueñas de aquellas tierras desde hacía décadas. En este proceso, muchos mineros se han mantenido en la ilegalidad, con métodos de extracción que conllevan mayores peligros medioambientales. En el resto de municipios (Matanza, Charta, Tona y Suratá), el porcentaje mayoritario de población activa se dedica a la agricultura y la ganadería. El 64% de las familias son pequeños propietarios de tierra (de 1 a 20 hectáreas), estando localizadas la mayoría de ellas en áreas de pastoreo y rastrojo, cuyo uso potencial del suelo es protector o para actividades forestales. Aunque algunos de estos pequeños campesinos manejan tierras en áreas dentro de ecosistemas de páramo, la mayor parte está en zonas de subpáramo, bosque altoandino e incluso en climas templados.
Cultivo de mora en Charta.
Los principales cultivos, con excepción del café, se relacionan con la producción de alimentos: plátano, yuca, tomate, mora, lulo, habichuela, cítricos, arracacha, maíz, fríjol, cebolla, apio y zanahoria. En la zona del Páramo de Berlín se produce principalmente cebolla. En la zona baja predominan cultivos de apio, zanahoria, fríjol, avena, café, pepino, pimentón, tomate y aromáticas, que son llevados diariamente a Bucaramanga. Generalmente los cultivos de los campesinos los dedican al autoconsumo y los pocos excedentes se destinan a la venta. Sin embargo, esta comercialización se dificulta por la deficiencia en el transporte y falta de centros de acopio [6].
Recogida de la mora en Charta.
Según los estudios que manejan muchas de las multinacionales mineras, la zona puede llegar a albergar uno de los mayores yacimientos de oro de toda Latinoamérica. Esto conlleva una tensa espera ante el futuro incierto que esta circunstancia puede deparar para la población, siempre al final de la cola para recibir beneficios y los primeros en tener que socializar los impactos, una vez se vayan las grandes transnacionales. Más allá de eso, las oportunidades de desarrollo, a nivel local en la región, han estado a lo largo del tiempo muy limitadas. El aislamiento y las dificultades de comunicación por carretera, junto con la influencia del conflicto armado en la zona durante años, han lastrado mucho las opciones.
En este contexto y con un sector agropecuario mayoritariamente deficitario, un sector de la población local defiende a la minería como una de las pocas fuentes de sustento que pueden tener. No sólo la minería tradicional, sino también en algunos casos la minería transnacional a gran escala, siempre bien camuflada detrás de promesas de generación de empleo, de dinamización económica y de minimización de impactos medioambientales.
El turismo sostenible como alternativa socioeconómica
Ante esta tesitura y frente a la necesidad de salvaguardar todas las riquezas culturales y naturales que alberga la provincia, especialmente en todo lo referente a los páramos y ecosistemas de alta montaña, está ganando fuerza la opción de desarrollar una propuesta de turismo comunitario como alternativa socioeconómica y como complemento a prácticas mineras tradicionales más sostenibles. Unas buenas prácticas que pasarían por la eliminación del mercurio para la fundición del oro (sustituido por oxígeno y gas) y la minimización del uso del cianuro, a través de la certificación Fairmined para organizaciones mineras artesanales y de pequeña escala.
En la actualidad, iniciativas en Vetas como la Minera La Elsy o la Sociedad Minera Trompetero ya están en proceso de certificación, implementando además medidas a nivel de responsabilidad social corporativa como la equidad de género, con salarios y condiciones labores justas. Sin duda, un espejo en el que deben mirarse otras pequeñas iniciativas artesanales de la región y que podría suponer, además, un interesante atractivo a poner en valor con la actividad turística.
Carlos Osorio, uno de los 10 socios propietarios de la cooperativa Sociedad Minera Trompetero.
En este sentido, aunque todavía en una fase muy incipiente, los seis municipios ya cuentan con una mínima oferta de prestadores de servicios, sobre todo a nivel de restaurantes y posadas turísticas (habitaciones de alquiler en casas locales), así como algunos hostales u hoteles. También algunas asociaciones u operadores locales están ofreciendo actividades y rutas por la zona, con mucho trabajo aún por delante para afianzar una oferta consolidada y bien estructurada.
Hostal El Gran Mezón, en California.
Con el objetivo precisamente de posicionar un turismo sostenible, de base comunitaria, como un sector estratégico para la provincia, Alba Sud, junto con la Asociación de Municipios de Santurbán (Asomusanturbán), Corambiente y con el apoyo del Fons Mallorquí y de Illes Solidàries está dinamizando un proceso participativo en el que la propia comunidad está sentando las bases y tomando decisiones sobre el modelo de gestión que quieren desarrollar en el territorio en los próximos años. Los pasados días 6 y 7 de noviembre de 2015 tuvieron lugar en la Hacienda La Laguna en Suratá unos talleres que contaron con la asistencia de representantes de los Consejos Municipales de Turismo de los seis municipios de la provincia de Soto Norte (Matanza, Vetas, California, Charta, Tona y Suratá). Estas sesiones supusieron la continuación del trabajo realizado en los días previos, con entrevistas personales y encuentros individuales con actores clave de cada uno de estos municipios, bien desde la perspectiva de la administración pública o desde la perspectiva de operadores o prestadores de servicios turísticos ya activos en la región.
Talleres para la articulación del Plan de turismo sostenible y comunitario en Soto Norte.
Esta primera fase, como antecedente a los talleres presenciales, se completó con visitas in situ a diferentes prestadores y con la realización de algunas de las actividades o rutas que ya se están ofreciendo en la actualidad a los visitantes. Todo ello con la idea de contrastar la percepción general que se tenía sobre la situación actual con el potencial de desarrollo futuro del sector en Soto Norte, valorando las debilidades a mejorar y las potencialidades a aprovechar. El objetivo de todo este proceso ha sido el trabajar desde el consenso y la inclusión de diferentes realidades, sensibilidades y percepciones en un modelo a largo plazo y en una visión estratégica del turismo para la provincia, en clave comunitaria y de sostenibilidad, articulado en un plan de desarrollo y actuaciones.
Foto de familia tras los talleres para la articulación del Plan de turismo sostenible y comunitario en Soto Norte.
El proceso acabó por confluir en las ya mencionadas sesiones de talleres grupales, en donde se pusieron en común principios, pensamientos e ideas, mediante dinámicas participativas, procesos de debate y trabajos en grupo, en torno al tipo de turismo y perfil de viajero que se quiere desarrollar en la región en los próximos años. Un proceso que contará con el acompañamiento de Alba Sud, Asomusanturbán y Corambiente, para lograr entre todos un desarrollo turístico que priorice las necesidades de la comunidad, en equilibrio con la conservación de un territorio con grandes recursos y riquezas.
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